Leyendas y amantes: los amantes de Teruel


Las leyendas son un tipo especial de narraciones tradicionales (es decir, que se transmiten oralmente de generación en generación, aunque luego alguien las recoja por escrito) que se basan en algunos elementos históricos y reales, pero añadiéndole algo de invención y fantasía. Porque en las leyendas, que suelen estar vinculadas a lugares reales (un castillo, una iglesia, una cueva, un pozo, un bosque...) suele intervenir siempre algo inexplicable o sobrenatural, que es precisamente lo que hace que la historia se haya contado y siga viva tras siglos y siglos.

Todos los lugares tienen sus leyendas (más sugerentes o menos según los casos). Seguro que si preguntáis a vuestros padres o abuelos os pueden mencionar alguna de vuestra zona. Pero en Aragón ha nacido una de las leyendas más universales de todos los tiempos: la leyenda de los amantes de Teruel, insignia de esa ciudad y del amor imposible en la vida que parece querer vencer a la eternidad y la muerte.

En el siglo XVI, durante unas obras en la iglesia de San Pedro de Teruel (una de las más bonitas que yo he visto nunca), se encontraron dos cuerpos enterrados juntos, uno de un hombre y otro de una mujer, hecho insólito, pues parecía difícil explicar por qué habían sido enterrados así. Curiosamente, se encontró también un manuscrito que contaba la historia de dos enamorados, Diego e Isabel, que supuestamente habían vivido en el siglo XIII y cuya historia había sido imposible por las diferencias sociales: ella pertenecía a una familia rica; él a una más pobre, y esto hizo que el padre de ella se negara a su matrimonio. Diego pidió un plazo de cinco años para ir a hacer fortuna y así poder regresar y casarse con su amada, pero el padre de Isabel decidió casarla con otro. Diego volvió el mismo día de la boda, y, por la noche, fue a ver a Isabel, suplicándole un beso, a lo que ella se negó por estar casada con otro. Según la leyenda, esto habría provocado la muerte fulminante del joven, ante la desesperación de su amada. Al día siguiente, Isabel habría roto con todas las convenciones y acudido al entierro de Diego, y ante la asombrada mirada de los turolenses que velaban el cuerpo, le habría dado el beso negado la noche anterior para, a continuación, caer también muerta sobre él. Y por esto, los habrían enterrado juntos, ya que vivos no habían podido estarlo. Pinchando aquí podéis leer la leyenda tal cual aparece en ese manuscrito medieval.

Las momias (o sea, cadáveres que se convervan sin deshacerse del todo) han sido expuestas varias veces a lo largo de los siglos que nos separan de la Edad Media, pero en los años 60 se decidió honrar a esta leyenda que ha llevado el nombre de Teruel por todo el mundo (hay numerosas obras artísticas y literarias inspiradas en ellos), y ofrecerles un descanso digno. Así que junto a la iglesia de San Pedro, en la que habían aparecido los cuerpos, se construyó un mausoleo (una visita más que recomendable), y las momias se metieron en dos urnas contiguas sobre las que se erigieron sendas estatuas en alabastro, representando la figura de los amantes, con las manos muy próximas pero sin llegar a tocarse, para representar lo imposible de su amor. Y cada año, en febrero y en torno al día de los enamorados, Teruel escenifica de nuevo esta leyenda en unas fiestas medievales a las que acuden miles de personas.

Son muchas las obras artísticas y literarias a las que ha dado lugar la leyenda, entre ellas, algumas muy conocidas, como la versión teatral de Tirso de Molina en el XVII y, sobre todo, de Juan Antonio Hartzensbuch en la primera mitad del XIX, época de esplendor del Romanticismo, movimiento que encontró en esta leyenda todos sus ingredientes prototípicos: un amor pasional e imposible por las convenciones sociales, capaz de ir más allá de la muerte y sobrevivir a siglos y siglos de historia.

Si tenéis ocasión de ir a Terurel, no os perdáis la visita al mausoleo y a la maravillosa iglesia de San Pedro. Pero mientras tanto, aquí tenéis información sobre todo esto:

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