A leer: poemas de Miguel Hernández
La obra de Miguel Hernández, necesariamente breve dado lo terriblemente breve de su vida, es de una intensidad difícilmente igualable, tanto por su habilidad deslumbrante en el manejo de la lengua poética y la versificación (tanto culta, como popular y libre), como por la hondura de los sentimientos que expresa, que él resumió en tres heridas: la vida, la muerte y el amor, con las que mezcló la tremenda situación de la España de los últimos años treinta, sumida en una guerra entre hermanos que terminaría por llevarse, entre otras, la vida del joven poeta, encerrado en la cárcel, separado de su familia, enfermo pero aferrado a la esperanza imposible hasta el final. El "yo" y el "nosotros" se funden y se confunden en sus versos, que nacen de y por circunstancias personales muy concretas pero recogiendo unos sentimientos universales tan hondos y tan auténticos que cualquier ser humano puede identificarse con ellos. Esa es su fuerza y su magia.
Y para que lo comprobéis, aquí os dejo unos cuantos poemas de este genio alicantino, agrupados en tres grandes categorías según el tema y el tono que en ellos aparece:
Poemas de amor y dolor, la mayoría (aunque no todos) pertenecientes a su primera gran libro: El rayo que no cesa, de 1936:
Tengo estos huesos hechos a las penas: una queja por una triste existencia y una pena que de constante se ha vuelto costumbre y de la que la única salvación posible es el amor... un amor.
Como el toro he nacido para el luto: de nuevo un soneto que habla del dolor, un dolor que parece formar parte del destino del poeta y para el que encuentra una imagen enraizadísima en la cultura española y su sentido trágico: el toro.
No me conformo, no; me desespero: otro soneto de amor y dolor, de amor que esta vez no es bálsamo y cura, sino causa del dolor. Insuperable la metáfora que para todo esto encuentra en el "besarte fue besar un avispero..."
Elegía a Ramón Sijé: una de las elegías cumbres de nuestras letras. Un intenso poema que expresa los sentmientos más profundos ante la muerte de un amigo, al que, tras el dolor, seguiré buscando en todo lo bonito de la primavera y de la vida. Todo un poema de amor, de esa otra forma de amor que es la amistad, profunda, esa que como el amor, también puede sobrevivir a la muerte. Insuperable el final.
Me sobra corazón; un poema que expresa como pocos esa pena oscura, traicionera y sin un motivo concreto que nos asalta a veces en días también oscuros o tontos. Quien lo probó, lo sabe. Uno de mis preferidos. Maravillosas, innovadoras y sorprendentes todas las metáforas e imágenes que utiliza aquí el poeta para expresar esa pena, ese dolor.
Carta: maravilloso poema incluido en uno de sus últimos libros, fruto ya de su terrible experiencia en la cárce, "El hombre acecha", que en vano quiso destruir el régimen franquista. Las cartas (imaginaos lo que serían las cartas en la vida de aquellos presos), símbolo de la comunicación íntima y sentímental, y punto de encuentro para ese amor imposible por las circunstancias, pero que se ve incluso capaz de sortear la muerte ("escríbeme a la tierra que yo te escribiré"). "cuando te voy a escribir se emocionan los tinteros"... "Cuando te voy a escribir, te van a escribir mis huesos, te escribo con la imborrable tinta de mi sentimiento..."
Poemas de compromiso social (en la denuncia de la situación de los más desfavorcidos) y político, donde deja entrever su ideología de izquierdas y republicana, y llama a tomar partido y luchar en la terrible situación de guerra que se cernía sobre España. Muchos de estos poemas se incluyeron en un poemario del 37, Viento del pueblo, el primero quizás en que la poesía empieza a ser "un martillo", "un arma cargada de futuro", una forma de cambiar al mundo, como luego harían también todos los poetas de la poesía social de los años 50, en plena posguerra, cuando la poesía grite lo que todo lo demás se veía obligado a callar:
El niño yuntero: Miguel Hernández fue un niño que tuvo que abandonar la escuela para trabajar, y por eso quizás expresa como nadie la tremenda injusticia de esos pequeños que (entonces y ahora, aunque nos empeñemos en hacer como que con nosotros no va) ven como sus pequeñas existencias tienen que soportar, cuando aún no tienen fuerzas para ello, las pesadas y terribles cadenas del trabajo, que entierra su esperanza y su oportunidad. Y al final se percibe ese llamamiento a cambiar esto.
Aceituneros: todoa la ideología de izquierda de Hernández aflora en este poema dedicado a unos trabajadores concretos, los aceituneros de Jaén, que se convierten en símbolo de todos esos trabajadores que se dejan sudor, sangre y vida en trabajar en algo que no es suyo, pero que en justicia, quizás, debería serlo.
Llamo a la juventud: una arenga a la juventud de su época (y de todas las épocas) a la lucha, porque la juventud es la fuerza, el futuro y la esperanza.
Canción del esposo soldado: emocionado poema que nace de lo más sincero de su situación personal: Miguel Hernández lo escribió en el frente, poco después de haber aprovechado un permiso para casarse con Josefina, y tras recibir la noticia de que ella estaba embarazada de su primer hijo, cuya ilusión Miguel vive cercado por las balas, la incertidumbre, la rabia y la lucha por aquello en lo que cree.
Sentado sobre los muertos: toda una declaración de intenciones de un poeta en tiempos de guerra: cantar y luchar, luchar y cantar, que a veces vienen a ser lo mismo.
Las abarcas desiertas: En España, los niños, como ahroa, dejaban en la noche de Reyes su calzado para que sus orientales majestades dejaran juto a ellas sus juguetes y regalos. Y Miguel Hernández evoca los años en que junto a las suyas nunca aparecía nada. Esas abarcas desiertas se convierten así en símbolo de la pobreza que aplasta la ilusión y la inocencia de tantas infancias.
Últimos poemas, recogidos en sus últimos libros, de sus últimos años (entre 1940 y 42), El hombre acecha y, sobre todo, El cancionero y romancero de ausencias, escritos ya en la cárcel, cuando Miguel buscaba la esperanza en medio de la certeza del largo futuro entre rejas y separado de los suyos que tenía por delante, y que finalmente sería trágicamente corto, cuando la enfermedad se lo llevó con sólo 31 años:
Antes del odio: nadie puede encarcelar los sentimientos, la muerte, el amor. Incluso en la cárcel, Miguel se sentía libre... sólo por amor, ese amor que late y evoca y sueña allá fuera.
Las nanas de la cebolla, la más trágica canción de cuna de nuestras letras. Todos los detalles sobre este mítico poema, aquí.
Menos tu vientre: el vientre de la amada no es sólo un símbolo erótico: es también símbolo de profundidad, de refugio, de esperanza, de futuro, del lugar donde el amor engendra los hijos. El único lugar seguro y feliz en los terribles tiempos de guerra.
Tristes guerras: el amor es lo único que le da sentido a todo: a los hombres, a la vida, a la guerra, a la muerte.
La boca: la boca, lugar de los besos, símbolo erótico, sensual y amoroso por excelencia, aparece aquí como un sueño, un recuerdo, una evocación y una esperanza rebelde a pesar de esa situación de soledad, desesperanza y cárcel en que fue escrito. Estremecedor.
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío: el comienzo (y título)es ya bastante elocuente de lo que expresa con una intensidad extrema este que es uno de sus últimos poemas.
Canción última: sí, ese es su título, claro, tajante, rotundo. Y fijaos en la última palabra, que es también la última victoria.
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