Siglo XIII: El nacimiento de la prosa literaria en castellano


Ya hemos explicado que las peculiares condiciones sociales, económicas y técnicas de la Edad Media no favorecían el cultivo de la prosa en lengua romance. Por una parte, la inmensa mayoría de la población era analfabeta, por lo que creaba, consumía, transmitía y mantenía sus obras oralmente, de forma tradicional, con la memoria como su soporte básico (y creo que no es necesario insistir en las dificultades de memorizar una obra en prosa, frente al verso, en el que las repeticiones ya ayudan a recordar). Por otra, la escritura (el canal idóneo para la prosa) era algo minoritario, muy muy minoritario, lento y costoso. Y por otra, la lengua romance tenía que competir con la tradición consolidada del latín como lengua de prestigio y de cultura, y de ahí que ya de ponerse a escribir, la minoría culta prefiriera hacerlo en esa lengua que consideraban más culta y digna.



Así que no será hasta el siglo XIII cuando encontremos obras literarias en prosa, que responden a unas circunstancias determinadas. Por una parte, las colecciones de exempla (fábulas y apólogos, es decir, historias breves que transmiten algún tipo de enseñanza) con una historia marco, que llegaron a la Península desde oriente de mano de los árabes (supongo que os suenan tradiciones tan universales como "Las mil y una noches"... bueno, pues algo similar, es lo que nos encontramos en la Edad Media castellana) y que eran ´muy útiles para que los clérigos pudieran ilustrar y amenizar sus sermones.

Y por otra parte, tenemos a un monarca excepcional, muy interesado y activamente dedicado a la cultura y literatura en castellano, por ser la lengua común que podía unificar y dar esplendor a su reino, el de Castilla y León, donde convivían la cultura latina, hebrea y árabe, cuyo único medio de encuentro y entendimiento era la lengua cotidiana que se hablaba en el reino. Potenció muchísimo la Escuela de Traductores de la por aquel entonces capital, Toledo, y en colaboración con sus sabios, produjo traducciones y obras originales (históricas, científicas, legales, lúdicas...) que obligaron a fijar una norma ortográfica para el castellano (la primera de su historia) y además le ayudaron  a dignificarse frente al latín como lengua de cultura y de ciencia. Él era Alfonso X, y pasó a la historia con el apodo de "El Sabio".

Aquí os dejo la presentación sobre todo esto: 

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Teresa , ¿ esto hay que estudiárselo ?