El siglo XVII: el Barroco y su desengaño


Caravaggio: "San Jerónim escribiendo" (1605-06)
 Históricamente, el siglo XVII, tras el esplendor que conoció España en el XVI, está marcado por la decadencia y la crisis. Como vimos en nuestro "Imagina", es el período de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), que en un momento muy delicado y por diferentes razones delegaron su inmenso poder en manos de "validos" como el Duque de Lerma o el Conde-Duque de Olivares. Estos muchas veces  ejercieron ese poder en su propio interés y beneficio, sin solucionar los graves problemas a los que se enfrentaba España: guerras continuas, sublevaciones interiores y exteriores, crisis agrícola y demográfica. 


La población decrece de forma alarmante, los campos se cultivan cada vez menos, lo que acrecienta el hambre y la pobreza del pueblo. La mayoría de la población se hacina en las ciudades, donde predomina la miseria, la enfermedad y la amenaza constante de la muerte, mientras la corte continúa con su lujo y derroche. Lo elevados gastos que debe afrontar el estado, sobre todo por las guerras imperiales, no pueden ser sostenidos por esa economía debilitada en la que apenas se ha desarrollado el comercio y la industria, por lo que se recurre a la deuda con prestamistas extranjeros, a cuyos intereses no siempre se puede hacer frente, por lo que se declara varias veces la bancarrota. España pierde inevitablemente su hegemonía en Europa y termina el siglo con un problema sucesorio al morir Carlos II sin descendencia.

En esta presentación tenéis resumido y explicado este panorama desolador:


CRISIS EUROPEA DEL SIGLO XVII Y DECADENCIA ESPAÑOLA from Juan Jiménez

Esta terrible situación implica, inevitablemente, un cambio de mentalidad: el idealismo y el optimismo renacentista dan paso al desengaño y al pesimismo. La vida se ve como algo caótico, oscuro, triste y engañoso en el que todo, sobre todo lo positivo, es mera apariencia o engaño: la belleza, el amor, la fama, el poder e incluso la riqueza son bienes inestables y efímeros a los que espera, como a todos, la destrucción y la muerte. El tiempo es una fuerza destructora, y la vida algo pasajero, inconsistente, inestable y de poco valor, como una sombra o un sueño.

Esta mentalidad pesimista y desengañada se expresará mediante un arte y una literatura muy distintas a las del Renacimiento. Así, a pesar de que algunos temas se mantienen (la mitología, el amor petrarqueista, tópicos clásicos), el tratamiento es muy distinto. El arte ya no pretende reflejar la belleza, sino impresionar al espectador (provocar su "admiratio"), para lo cual el artista y el escritor han de demostrar su ingenio. Se abandona la naturalidad, la sencillez, la armonía, la proporción, la simetría renacentistas, y el arte se vuelve artificioso, retorcido, oscuro, difícil, dinámico (se busca el movimiento, captar el instante efímero), recargado, muy ornamentado. Hay un gusto por lo hiperbólico (las exageraciones) y los contrastes: lo sublime y lo grotesco, la belleza y la monstruosidad, lo claro y lo oscuro, lo serio y lo burlesco, lo culto y lo vulgar pueden aparecer en la misma obra.

En este vídeo tenéis muy bien explicadas las características del arte barroco:



En literatura, el pesimismo hará que se produzca un auge de la literatura satírica (es decir, de crítica), tanto en forma de poesía como en prosa, aunque también habrá un arte de evasión y propaganda que se manifestará, sobre todo en el teatro, que conoce un momento de desarrollo extraordinario y esplendor.

En cuanto al estilo, el gusto por lo artificioso, lo recargado, lo hiperbólico, lo oscuro, lo difícil, lo complicado, se materializará en dos corrientes o tendencias estilísticas: el conceptismo y el culteranismo, que suponen una ruptura del equilibrio entre la forma (las palabras) y el contenido (las ideas).
  • El conceptismo complica el contenido: se busca la condensación expresiva, el "decir mucho con pocas palabras", para lo cual, se juega con sus significados, haciendo asociaciones ingeniosas de ideas, juegos de palabras, dilogías (usar una misma palabra con dos significados al mismo tiempo), antítesis, metáforas ingeniosas, comparaciones sorprendentes.... Su máximo representante será Francisco de Quevedo, uno de los escritores más ingeniosos, mordaces, sorprendentes y políticamente incorrectos de nuestras letras.
  • El culteranismo complica la forma: cualquier realidad se nombra buscando la expresión más brillante y complicada posible, con abundancia de adjetivación, aliteraciones, paralelismos, metáforas insólitas, comparaciones, hipérbatos (alteraciones del orden) a veces violentísimos, alusiones mitológicas, cultismos... Su máximo representante será Luis de Góngora, que en algunas de sus obras lleva a tal extremo esta complicación formal, que llegó a recibir el apodo de "Príncipe de las Tinieblas".
El panorama literario de este segundo Siglo de Oro, que si en historia fue de decadencia y crisis, en arte y literatura fue de esplendor, podría resumirse, por géneros, así:
  • Poesía: se cultiva sobretodo la poesía amorosa, filosófica, religiosa y satírico burlesca. También hay mucho gusto por los poemas de tema mitológico (en serio o pariodados) y se cultivan tanto los metros de origen italiano (endecasílabos, sonetos, tercetos, octavas) como los octosílabos, incluso con los estribillos que recuerdan a la poesía popular (sobre todo en las letrillas, te tema satírico). Los principales representantes serán Quevedo, Góngora y Lope de Vega.
  • Prosa narrativa: aunque continúan cultivándose los géneros idealistas del Renacimiento (novelas pastoriles y bizantinas), el acontecimiento más significativo es el auge de la novela picaresca, género surgido imitando algunos rasgos del Lazarillo de Tormes. El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán y el Buscón de Quevedo serán los títulos más importantes.
  • El teatro experimenta un auge extraordinario ,sobre  todo cuando Lope de Vega dio con el tipo de obra adecuado para los corrales de comedias. Calderón de la Barca, por su parte, hará un teatro más culto, filosófico y orientado a la corte.

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