¿Reforma ortográfica?
(Para una primera aproximación al tema, pincha aquí)
Hemos hablado estos días de que lengua oral y lengua escrita constituyen dos formas de comunicación que, aunque basadas en el mismo código, responden a finalidades y circunstancias diferentes y por tanto son y han de ser distintas. Y hemos dejado también claro que, en realidad, la escritura es un código sustitutivo de la lengua oral, que trata de reflejar los sonidos de la lengua mediante grafías, y en este sentido estrictamente comunicativo, nuestro sistema de escritura es claramente imperfecto, porque el sistema ideal, en principio, sería aquel en que a cada grafía le correspondiera un sonido, y a cada sonido una sola grafía.
Entonces, ¿por qué ese lio de bes, uves, ces, zetas, haches que no vienen a cuento, elles e y griegas -ahora yes, según la RAE? ¿Porqué ese sumum de reglas ortográficas llenas de excepciones que llenan libros y tratados, que dificultan enormemente el proceso de aprender a leer y sobre todo escribir correctamente, y que dejan en evidencia a la mínima a todo aquel que no las controle completamente? ¿Por qué esa excusa maléfica para bajar la nota de Lengua y otras asignaturas por un error, un despiste o una metedura de pata ortográfica?
Y eso que el caso del castellano es bastante moderado. Aunque nosotros tenemos una grafía que no representa ningún sonido (la h), sonidos que se representan con distintas grafías (cereza / zumo/ ciruela, queso/ casa/ kilo, jilguero/ gitano/ gente/ jeringuilla, vaso/ ballena/ bello/vello) grafias que representan distintos sonidos (casa /cena, ganas/ gente), y un sistema de acentuación difícil de aprender y recordar, tenemos la gran ventaja de que al ver una palabra escrita ya sabemos cómo se pronuncia (es decir, nuestras dificultades de centran en aprender a utilizar todas las grafías correspondientes en todos los casos), algo que no ocurre, por ejemplo, con el inglés, donde el sistema gráfico es mucho más caótico e imprevisible, y donde prácticamente no existen reglas fiables y ha de aprenderse la pronunciación prácticamente palabra por palabra (por eso el spelling es una habilidad y una necesitad tan importante para ellos).
Pero, ¿os habéis preguntado alguna vez cuál es el origen de todo este follón? ¿A qué mente perversa se le ocurrió semejante infierno de grafias, y, lo que es peor, por qué todo el mundo le hizo caso?
El origen de la cuestión está en la primera etapa del castellano, la Edad Media. Como sabéis, el castellano es el resultado de la evolución del latín que hablaba la gente (el denominado latín vulgar). La lengua oral fue cambiando a lo largo de los siglos hasta dar lugar a las distintas lenguas románicas, mientras la escrita se mantenía inalteralbe (y más en una época en que muy pocos sabían leer y escribir), así que llegó un momento en que la gente hablaba lenguas romances pero se seguía escribiendo única y exclusivamente en latín. De hecho, se consideraba que el latín era la única lengua digna de ser puesto por escrito y vehículo de cultura, y que las lenguas romances, que tenían la consideración casi de un "latín mal hablado". estaban bien para la comunicación cotidiana, pero no para temas elevados, religiosos o de cultura que eran los que se ponían por escrito.
El problema surgió cuando se empezó a querer representar por escrito algunas cosas en lengua romance,, por ejemplo, los poemas que cantaban los trovadores en Occitania, al sur de Francia, o en las cortes gallego portuguesas, o las leyes de los reinos, si se quería que el pueblo las entendiera, porque no había un sistema de ortografía: solo se tenía el latino, que valìa para el latín, pero las lenguas romances tenían sonidos que el latín no tenía, y había sonidos latinos que en el paso a las lenguas romances habían cambiado. ¿Cómo representar las lenguas romances, entonces?
Ya en el siglo XIII, en el reino de Castilla y León, el primer impulsor del castellano como lengua escrita (y como lengua de cultura, común a todos los que vivían en su reino, Castilla, donde convivían musulmanes que se quedaron tras la Reconquista, judíos, y castellanoparlantes) fue Alfonso X, apodado el Sabio por las labores culturales que desarrolló, entre otras cosas, dirigiendo su Escuela de Traductores de Toledo, en donde se traducían al castellano textos latinos, hebreos y árabes. Y para ello era imprescindible fijar una manera de representar por escrito esa lengua que hasta ahora solo se hablaba, el castellano. ¿Y qué hizo? Pues para dignificarla, representarla como se representaba la más digna de las lenguas para ellos: el latín. Es decir, no se siguió un criterio fonético (basado en los sonidos) sino etimológico (basado en el orgien latino de cada palabra): cada palabra se escribía procurando respetar la escritura que tenía la palabra latina que le había dado origen, aunque la pronunciación en castellano hubiese cambiado. Así, por ejemplo, la palabra "vino" se representaba con v porque venía de un VINUM latino, mientras que "beso" se representaría con "b" porque ve´nía de un BASIUM latino, aunque sonaran igual. Y lo mismo pasó con "ge, gi", que en latín sonaban como el sonido inicial de gato, y que aunque en la lengua romance sonaban diferente, siguieron representantdose con las grafía latina. Y la "h" que en latín sonaba aspirada, aunque en castellano ya no se pronunciaba, se mantenia en la escritura. Y así con todos los casos que hoy nos dan problemas.
De este modo surgieron todos nuestros desvelos, porque este sistema ortográfico se mantuvo inalterable -aunque con bastante caos, a peser de esfuerzos de gramáticos como Nebrija por fijar una norma "universal"- prácticamnte hasta el siglo XVIII, en el que la recién nacida Real Academia de la Lengua Española (que es la máxima autoridad en lo que a lengua castellana se refiere, la que fija las normas y establece lo que está bien y o que está mal) realizó la reforma necesaria para adaptarla mínimamente a los cambios que había sufrido la lengua en esos cinco siglos, fijando la norma que con pequeñas modificaciones de vez en cuando (acordaós de la que realizaron el año pasado, el 2010) sigue vigente en la actualidad.
La cuestión es, porque en la Edad Media se siguiera un criterio etimológico que da lugar a tanto lío, ¿debemos mantener esto así en la actualidad? ¿No sería mejor, ya que la ortografía es algo arbitrario, fruto de una convención o acuerdo y que la RAE puede cambiar, simplificarla de una vez? ¿No nos ahorraríamos tiempo, esfuerzo, disgustos e incluso dinero al aprender y enseñar a leer y escribir?
Y mucho más en el caso de un idioma que se ha extendido por todo el mundo, y que se habla de formas distintas en muchas partes... Por ejemplo, la mayor parte de los casi cuatrocientos millones de hablantes de español que hay por el mundo no distingue entre los sonidos que se representan con s, c, z (es el fenómeno del seseo y el más minoritario ceceo), que ellos deben aprender a utilizar como nostros la b y la v: prácticamente palabra por palabra. Imagiaos qué infierno es la ortografía para ellos, y qué fuente de posibles faltas de ortografía... Los hablantes que distinguimos entre "sien" y "cien" nos limitamos a la mitad norte de la península. Para el resto (y situad esto en el mapa, al lado de la mitad sur, Canarias, casi toda Centro y Sudamérica, y Estados Unidos, donde habá unos 20 millones de hispanos), suenan exactamente igual, y con un razonamiento democráctico, en que las mayorías mandasen, debería desaparecer.
Y mucho más en el caso de un idioma que se ha extendido por todo el mundo, y que se habla de formas distintas en muchas partes... Por ejemplo, la mayor parte de los casi cuatrocientos millones de hablantes de español que hay por el mundo no distingue entre los sonidos que se representan con s, c, z (es el fenómeno del seseo y el más minoritario ceceo), que ellos deben aprender a utilizar como nostros la b y la v: prácticamente palabra por palabra. Imagiaos qué infierno es la ortografía para ellos, y qué fuente de posibles faltas de ortografía... Los hablantes que distinguimos entre "sien" y "cien" nos limitamos a la mitad norte de la península. Para el resto (y situad esto en el mapa, al lado de la mitad sur, Canarias, casi toda Centro y Sudamérica, y Estados Unidos, donde habá unos 20 millones de hispanos), suenan exactamente igual, y con un razonamiento democráctico, en que las mayorías mandasen, debería desaparecer.
Así que no es de extrañar que fuera en Hispanoamérica donde surgieran las primeras voces que argumentaran a favor de una Reforma Ortográfica. Muchas Academias de países hispaonamericanos, muchos gramáticos e incluso un premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, defienden que lo mejor para un uso eficaz de la lengua y una mayor facilidad en la alfabetización de sus hablantes es reformar, o sea, perfeccionar, sus sistema ortográfico (y a este lado del charco, otro Nobel de la primera mitad del siglo XX, Juan Ramón Jiménez, se rebeló escribiendo todo lo que suena como la jota con jota: jitano, jefe, jemelo, jente...)
Parece sensato, ¿no? Imaginaos: se acabaron las normas, las excepciones, los descuentos en la nota y los ridículos por faltas. Y además, el lenguaje escrito que se emplea en los móviles o Internet parce estar llevando a cabo esa reforma otrográfica por libre y en la práctica, al intentar representar de forma eficaz, lo más breve posible y rápida la lengua oral, con un sistema de escritura al margen de la ortografía tradicional que al parecer funciona, y que muchos hablantes parecen preferir.
Parece sensato, ¿no? Imaginaos: se acabaron las normas, las excepciones, los descuentos en la nota y los ridículos por faltas. Y además, el lenguaje escrito que se emplea en los móviles o Internet parce estar llevando a cabo esa reforma otrográfica por libre y en la práctica, al intentar representar de forma eficaz, lo más breve posible y rápida la lengua oral, con un sistema de escritura al margen de la ortografía tradicional que al parecer funciona, y que muchos hablantes parecen preferir.
Pues no. Hay problemas.
El primero, ¿qué ocurre con todo lo que ya está escrito y publicado? Sería necesario volver a publicarlo todo, pasado ya a la nueva norma ortográfica. Y esto, además de prácticamente imposible, sería carísimo. Las nuevas generaciones, alfabetizadas ya en la nueva norma, serían incapaces de leer lo ya publicado (y estamos hablando de siglos). ¿Enseñamos las dos normas, aunque sea transitoriamente? Eso solo sería multiplicar el follón...
Por supuesto, habría que enseñar a todos los hablantes, que ya han asimilado una norma, la de ahora, otra nueva. ¡Casi nada! Este texto (que os he enlazado arriba) deja claro mediante la ironía lo que supondría en la práctica esa reforma ortográfica. ¿Qué os parece? ¿Os costaría acostumbraros? ¿Os imagináis estudiando por libros escritos así=
Y luego está el problema de las variantes del castellano. Hasta ahora, aunque se hable de forma distinta en los distintos lugares del mundo donde se habla, el castellano se escribe igual, y esto ha contribuido sin duda a que se mantuviera como una única lengua a lo largo de los siglos. Pero si planteamos una reforma otrográfica, ¿cuál será? ¿La del seseo o la que distingue ese y zeta? ¿O que cada país use la suya? Complicado y peligroso, si nos importa que el castellano siga siendo una lengua y no se divida en varias...
Y si el castellano sigue cambiando, si la mayoría de los hablantes pronuncia incorrectamente (por ejemplo, el "dijistes", "cansao" o "estudiao"), ¿adoptamos también esa escritura? ¿No sería esto "deteriorar" el idioma haciendo que lo hasta ahora incorrecto se convierta en norma? ¿No contribuye la tradición ortográfica a cuidar un castellano correcto, preciso y más fácilmente comprensible por todos? Porque las incorrecciones, que también varian de un lugar a otro, dificultan muchas veces que podamos entender lo que nos están diciendo.
Y por último, está el argumento de los que se niegan a renunciar a siglos de historia de la lengua que se reflejan en todo lo que escribimos actualmente: su origen latino, su parentesco con otras lenguas romances, su atravesar la historia con estas convenciones ortográficas que, como tantas otras convenciones, costumbres y tradicones, forman parte de nuestra cultura y casi nuestras señas de identidad (y si no, fijaos en el valor reivindicativo que se le da a la letra Ñ, exclusiva y casi representativa de nuestro idioma)
Así que de momento, no parece viable la reforma ortográfica, aunque, quién sabe, quizás algún día se llegue a un acuerdo... Hasta entonces, uno de los objetivos de los profes de lengua y de nuestra asignatura será que lleguéis a dominar a la perfección el actual sistema de escritura , con todas sus "imperfecciones" y todas sus consecuencias.... Pero, aún así, ¿tú que opinas? ¿A favor o en contra de la reforma ortográfica? ¿Por qué?
Para terminar, os dejo un breve reportaje sobre la última reforma ortográfica hasta ahora, la de Noviembre de 2010:
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