"Los santos inocentes": las técnicas narrativas y las voces de la novela
Delibes concibió cada uno de los seis capítulos o “libros” de la novela como una retahíla narrativa sin solución de continuidad, que imita el estilo de las narraciones orales y se aleja de muchas de las convenciones de las narraciones literarias. De ahí viene el peculiar uso de los signos de puntuación:
El punto se emplea únicamente para cerrar cada una de las secciones, y se ve sustituido por la coma o el punto y coma; las palabras de los personajes aparecen integradas en el discurso del narrador, pero no marcadas por el guión habitual en la escritura (es el denominado estilo directo libre). Delibes solucionó el problema técnico de representar las voces de los personajes situándolas en línea aparte, es decir, con un salto de línea y un sangrado al principio (sin punto, ni dos puntos, ni guión), que el discurso del narrador no presenta (aparece pegado al margen izquierdo).
Este uso innovador de los signos de puntuación es un rescoldo de las técnicas innovadoras y el juego con la tipografía de la novela experimental de los años 60 y primeros 70, al tiempo que le da a la novela cierta forma de poema que no permite que la puntuación rompa el ritmo perseguido.
En cuanto a la modalización narrativa (es decir, el tipo de narrador: la voz y la perspectiva desde la que se cuenta la historia), en Los santos inocentes es perceptible la presencia de tres voces narrativas: un narrador testigo, un narrador acorde y las voces de los personajes.
EL NARRADOR-TESTIGO
Es un narrador que está fuera de la acción, pero muestra una gran cercanía y un conocimiento detallado del mundo narrado y el espacio en que se sitúa. Aparece como observador directo de los acontecimientos, como si lo que contara en la novela fuera fruto de experiencias constatadas personalmente, y posee una completa información acerca de todo lo que relata y describe. No es por tanto un narrador omnisciente, sino un narrador testigo que permanece fuera de la acción pero se muestra cercano a los hechos, contribuyendo al aire de realismo, verosimilitud y autenticidad que tiene el relato. Este narrador testigo se percibe en la utilización de la tercera persona narrativa (que posibilita cierto distanciamiento, afán de objetividad y de no querer intervenir en la acción) y en la minuciosidad y el detallismo en las descripciones de los lugares, las conductas, la observación psicológica de los personajes y la fidelidad en el reflejo del habla rural.
EL NARRADOR-ACORDE
Por otra parte, el narrador en esta novela se identifica con el personaje: el narrador asume los pensamientos y el modo de hablar de algunos de sus personajes, adaptando la escritura a sus experiencias, estímulos y reacciones.
En Delibes es bastante habitual esta identificación con los humildes, que muchas veces se transforma en compasión y compromiso. Así, el narrador no se limita a contar objetivamente los hechos, sino que se sitúa en una posición de clara simpatía con los personajes humildes o desfavorecidos.
Este narrador-acorde está presente en todo el relato (siendo muy importante para su sentido) y es perceptible en varios aspectos de la novela:
- En el título: el 28 de diciembre, la Iglesia católica celebra la festividad e los Santos Inocentes, en recuerdo de la matanza de Herodes de todos los niños menores de dos años. En la novela aparecen dos “niños”, la Niña Chica y el Azarías (cuyo comportamiento tiene mucho de infantil y muestra su misma inocencia) que además son inocentes (están exentos de culpa por su falta de raciocinio). Pero el sintagma “santos inocentes” se usa también para expresar compasión, y es aplicable a los personajes humildes del relato, a los que se puede considerar, por sus comportamientos y actitudes, “santos” (libres de culpa, personas buenas o resignadas) e “inocentes” (libres de culpa, sin malicia, fáciles de engañar, que no dañan, no son nocivos). Por eso esta expresión denota compasión hacia esos personajes humildes, y predispone al lector hacia ella.
- En la oralidad del relato: Delibes utiliza en cada caso el registro idiomático adecuado al personaje a cuya conciencia se adapta. Es decir, no solo asume los pensamientos, valores y actitudes de los humildes, sino que los transmite con su mismo lenguaje y registro, mostrando así su simpatía hacia ellos.
- En el lirismo: la novela transmite, por encima de todo, sentimientos, y en este aspecto se muestra también acorde con el mundo de los humildes, a los que la sociedad, la falta de instrucción y sus propias limitaciones han robado la complejidad del raciocinio pero, en contrapartida, son los únicos que albergan sentimientos sencillos que dignifican la condición humana: el amor al prójimo y a la naturaleza, la ternura, la compasión, que se expresan con todo su intensidad, por ejemplo, en ese sintagma sencillo, espontáneo y repetitivo, “milana bonita” con el que Azarías expresa su cariño por el búho, la grajeta y la Niña Chica, condensando todo esa constelación de sentimientos (la ternura, la búsqueda de afecto, el amor a la naturaleza) que, según el autor, pertenecen a los humildes.
LAS VOCES DE LOS PERSONAJES
Los personajes también expresan la realidad y su vivencia personal desde su perspectiva particular y utilizando una lengua propia y característica, que se corresponde con su carácter y su función. De hecho, los diálogos en esta novela son importantísimos para el ritmo narrativo y para su sentido, porque a través de ellos se expresan muchos matices acerca de los personajes.
Así por ejemplo, entre los personajes humildes:
- Azarías se caracteriza por la falta de raciocinio, que se refleja en el uso de frases breves, por su ternura y sencillez (condensadas en el “milana bonita”) y su “animalización” y amor por la naturaleza, en la que busca el afecto y la comprensión que no encuentra entre los hombres, se refleja en la imitación de sonidos de los animales con los que logra comunicarse con ellos.
- La Niña Chica expresa su condición de discapacitada con su gemido, en el que algunos críticos han querido ver reflejado de forma simbólica el grito de protesta de todos los humillados y oprimidos
- Paco, el Bajo muestra con sus palabras un carácter sumiso, su saber popular o su socarronería (por ejemplo, cuando reflexiona sobre el sonido de las letras).
- La Régula comienza todas sus respuestas con un “aé”, síncopa de “¡a ver!”, muletilla lingüística que la identifica pero indica también resignación.
- El Quirce expresa su rebeldía y su carácter hosco con su tendencia al silencio y su hablar escueto y sentencioso.
- La Nieves posee el don de la discreción, expresada con escasas frases escuetas, necesarias.
Entre los amos:
- El señorito Iván muestra su desprecio y su carácter despótico con apelativos insultantes y malsonantes (“maricón”) y su inmovilismo con simpleza y el uso de frases hechas.
- La señora Marquesa expresa su conciencia de ser dueña con frases breves y gestos..
- La señorita Miriam manifiesta en sus palabras sensibilidad hacia los humildes.
- Don Pedro, el Périto es un personaje lleno de gestos y emociones; y así, expresa sus celos y su frustración a través de la violencia verbal y los insultos (“¡cacho zorra!”).
- Doña Purita es, sobre todo a través de sus gestos, un modelo de frivolidad y arrogancia.
El narrador se posiciona del lado de los inocentes y la adopción de su punto de vista mediante un registro lingüístico que coincide en gran medida con el de esos personajes: un lenguaje de base oral, reflejo del habla popular que expresa claramente su identificación con los humildes. Pero al mismo tiempo, muestra un extraordinario dominio de la lengua culta y su uso literario, intercalando en ese discurso de base oral numerosos fragmentos cuidadosa y literariamente elaborados. De ahí la precisión, el lirismo, la verosimilitud y la belleza del libro. En la novela predominan sobre todo la narración y el diálogo, aunque es frecuente la intercalación en la primera de fragmentos descriptivos (sobre todo de lugares o de personajes), en los que es más perceptible esa elaboración literaria del discurso.
EL HABLA POPULAR: LA ORALIDAD
El habla popular se basa sobre todo en la oralidad, en la que la expresividad es mucho más acusada, y los personajes (especialmente los inocentes, con los que el autor se identifica), se caracterízan entre otras cosas por su forma de hablar, que es consecuencia en gran medida de su falta de instrucción y su analfabetismo. Con ello Delibes pretende hacer una crítica de su situación, pero también mostrar su naturalidad en su forma de vida, que conserva en gran medida la esencia de lo primitivo aún sin contaminar por la sociedad urbana.
Estos rasgos orales y populares, de un castellano de base rural, son más evidentes en los fragmentos narrativos y los diálogos (ya que en las descripciones se emplea, como dijimos, un lenguaje más literario y lírico, en el que los rasgos orales, cuando aparecen, buscan sobre todo efectos rítmicos)
1.- En los fragmentos narrativos:
- Abundancia de nexos conjuntivos (polisíndeton), sobre todo de la conjunción copulativa “y” cuyo uso reiterado es muy frecuente en la lengua oral para contar anécdotas e introducir diálogos. En Los santos inocentes es además un rasgo de estilo que resalta la ligazón entre las acciones, produciendo un efecto de agilidad narrativa, de detallismo, de actividad frenética:
“...y al oír, el Azarías perdía la noción del tiempo, la conciencia de sí mismo, y rompía a correr enloquecido, arruando, hollando los piornos, arañándose el rostro con las ramas más bajas de los madroños y los alcornoques y, tras él, implacable, saltando blandamente de árbol en árbol, el cárabo, aullando y carcajeándose y, cada vez que reía, al Azarías se le dilataban las pupilas y se le erizaba la piel y recordaba a la milana en la cuadra, y apremiaba aún más el paso y el cárabo a sus espaldas tornaba a aullar y a reír y el Azarías corría y corría, tropezaba, ...”
- Sencillez formal: predominan las proposiciones coordinadas, dando la impresión que interesa sobre todo la concatenación de episodios. Se logra así mucha viveza expresiva (perceptible en el fragmento anterior)
- Flexibilidad de las construcciones:
- Ruptura del orden lógico de los elementos en la oración (Hipérbaton):
- Frecuentes enumeraciones, repeticiones y expresiones contrastivas.
- Numerosas elipsis, principalmente de verbos, sustantivos y preposiciones.
- Peculiar utilización de la partícula “que,” en muy diversas funciones.
2.- En el diálogo
Los diálogos alcanzan en esta novela una enorme importancia cuantitativa y cualitativa. Están basados en el habla viva, coloquial, que refleja con fidelidad a los personajes que la utilizan. En ellos predomina el estilo directo, con o sin presencia de un verbum dicendi, que logra mucha verosimilitud, naturalidad e impresión de realidad. Además, gracias a los diálogos conocemos el punto de vista de los personajes. En los diálogos son perceptibles muchos rasgos del habla popular:
- Suelen iniciarse con palabras y expresiones que responden a la función fática del lenguaje, buscando el contacto con el interlocutor:
- Pronombres personales: “Tú te verás cuando venga la señora”, “Paco, tú ya te sabes cómo las gasto”.
- Expresiones vocativas: madre, niña, hombre, mujer...
- Vocativos expresivos de simpatía o antipatía: “Ivancito, majo...”, “milana bonita” (expresión que transmite la mayor carga afectiva), “Ceferino, maricón,...”.
- Imperativos de percepción sensorial: mira, oye...
- Interjecciones: ojo, vaya, chist, coño, Dios, Jesús, qué joder, no me jodas, por sus muertos, te lo juro...
- Fórmulas de introducción y transición, que se distinguen de las anteriores en que ya no se utilizan expresiones espontáneas e interjectivas, sino producto de reflexión consciente: “¿de veras...?”, “bien mirado”, “¿puede saberse...?”
- Las fórmulas de cortesía, que en esta novela vienen exigidas por el contexto social: dentro de la relación amo criado, el lenguaje cortés expresa la sumisión que muchas veces exige la adulación del criado al amo: “aquí estamos de nuevo para lo que guste mandar”, “usted dirá”, “buenas noches nos dé Dios”, “por muchas veces”, “si el señorito no necesita otra cosa”, “si usted lo dice...”
- Las expresiones afectivas, muy propias del habla coloquial, con juramentos, expresiones enfáticas, intensificación afectiva de adjetivos, diminutivos, comparaciones populares, enumeraciones, repeticiones afectivas, expresiones de compasión,...
- Economía y comodidad lingüísticas: el lenguaje oral prescinde de todos aquellos elementos que, por sobreentendidos o conocidos, no son estrictamente necesarios. Así, son frecuentes las elipsis verbales (por ejemplo, de verbum dicendi), las de sustantivos femeninos sobreentendidos sustituidos por los pronombres las o estas, elipis de preposiciones (“orilla la tapia”, “orilla una jara”), o partículas comodines (pues, vamos, vaya), “verba omnibus” (palabras comodín), que denotan pobreza de vocabulario (cosa, chisme, verbo andar con varios significados…).
También son perceptibles rasgos de la lengua rural castellana, resultado de combinar recursos del habla familiar y la lengua vulgar, con un léxico y una fraseología ya desaparecidos del habla urbana:
- El trueque de pronombres: “para que no me se agrieten”, “no quiero que me se escape la milana”
- Los nombres de los siervos, poco habituales en zonas urbanas: Azarías, Régula, Quirce, Rogelio, Lucio, Dámaso, Facundo.
- El apodo acompañando al nombre: Paco, el Bajo; don Pedro, el Périto.
- El anteponer el artículo al nombre propio: la Charito, el Crespo, el Azarías...
- También es propio del habla rural el humor, la socarronería de algunas expresiones; es un humor directo, elemental. Cuando el señorito Lucas dice a los sirvientes del cortijo que la hache “es muda”, “Paco, el Bajo, pensó para sus adentros, mira, como la Charito, que la Charito, la Niña Chica, nunca decía esta boca es mía, que no se hablaba la Charito...”.
- Donde es más perceptible la naturaleza rural de la lengua de Los santos inocentes es en el léxico: es clave la comprensión del léxico para una correcta lectura de esta novela. Muchos términos, propios del habla específicamente rural, son desconocidos para la gente de la ciudad. Delibes rescata del olvido una serie de palabras que el progreso ha ido arrinconando. Este vocabulario añade riqueza léxica, precisión y claridad al lenguaje. Basta con prestar atención a los términos de cuatro campos léxicos: los accidentes del terreno, la flora, la fauna y los términos de caza (geranios, sauces, alcornoques, encina, rastrojeras, aguardadero, zurrón, cartucho, grajetas, pavos, perdices, tórtolas, cárabo, búho…) para comprobar que la lengua rural es en muchos aspectos más rica y variada que la lengua urbana. Acceder al significado de las palabras, a su conocimiento, significa poder acceder al mundo novelesco de Delibes, para quien este tipo de lenguaje es una de las vías de conocimiento de la naturaleza, una forma de integración en el mundo en que sitúa sus historias.
- Hay también una abundante fraseología (modismos, giros coloquiales), propia de zonas rurales; expresiones como: tal cual, sacar las uñas, dicho y hecho, ponérsele en la cabeza a uno, helar la sangre, ser un don nadie, ver crecer la hierba, salirse del tiesto, estar de Dios, chupar el dedo, echar un galgo, calentar la sangre, etc.
Aquí tenéis el guion esquemático de este cuarto epígrafe, para que podáis seleccionar más fácilmente aquellos aspectos aplicables a un fragmento concreto:
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