Las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique
Jorge Manrique fue un noble castellano del siglo XV que cumplió con el ideal humano de su época, el de conjugar las armas y las letras: por una parte fue un esforzado guerrero, que intervino en las luchas políticas de su tiempo (de hecho, combatió a favor de Isabel la Católica en el enfrentamiento que esta tuvo con Juana la Beltraneja para llegar al trono, y murió en el asalto a una fortaleza con solo 39 años); por otra, fue un reconocido poeta que cultivó la poesía cortesana característica de su estamento y época.
Sin embargo, se convirtió en uno de los poetas más importante de nuestra literatura gracias a un poema excepcional y diferente del resto de la poesía cortesana: las Coplas a la muerte de su padre. Y es excepcional y diferente, en primer lugar, por su sinceridad: en un panorama de poesía convencional y codificada incluso en cuanto al tipo de sentimientos que se expresan (lo que deja poco margen para la expresión auténtica de sentimientos), Manrique escribe este poema para expresar lo que siente en uno de los momentos seguramente más difíciles de su vida: la muerte de su padre, el Maestre D. Rodrigo Manrique, personaje mujy importante, famoso y respetado en la época (por aquel entonces, Jorge Manrique era sobre todo conocido por ser el hijo de D. Rodrigo). Además, frente al retorcimiento, complicación y rebuscamiento de la lengua que emplean los poetas cortesanos en otros poemas, en este predomina la expresión sencilla y clara que invita a reflexionar al lector.
El poema es, por tanto, una elegía compuesta con motivo de un acontecimiento desgraciado, pero a partir del cual se reflexiona de una forma más amplia sobre los grandes interrogantes de la existencia (el sentido de la vida, el paso del tiempo, el valor de lo terreno, la llegada inevitable de la muerte...) y se evoca la figura del fallecido, al que se pone como ejemplo del buen vivir y del buen morir, es decir, de cómo hay que vivir y cómo hay que vivir (por eso es también un poema moral).
Por supuesto, Jorge Manrique afronta todos estos temas con una mentalidad profundamente cristiana o teocéntrica, como corresponde a la Edad Media, que cree que tras esta vida nos espera la vida eterna que nos premiará o nos castigará según nuestro comportamiento. Ahora bien, en el poema se introduce una idea que apunta ya al futuro y a la nueva mentalidad y valoración de la vida que llegará con el Renacimiento: la posibilidad de perdurar más allá de la muerte a través del recuerdo de aquellos que nos conocieron, quisieron o admiraron.
Por supuesto, Jorge Manrique afronta todos estos temas con una mentalidad profundamente cristiana o teocéntrica, como corresponde a la Edad Media, que cree que tras esta vida nos espera la vida eterna que nos premiará o nos castigará según nuestro comportamiento. Ahora bien, en el poema se introduce una idea que apunta ya al futuro y a la nueva mentalidad y valoración de la vida que llegará con el Renacimiento: la posibilidad de perdurar más allá de la muerte a través del recuerdo de aquellos que nos conocieron, quisieron o admiraron.
La obra se compone de cuarenta estrofas, y en su estructura se pueden distinguir dos grandes partes:
1.- Una reflexión general. sobre la vida, el tiempo, la muerte, el valor de lo terreno, que a su vez se subdivide en dos partes:
- La reflexión propiamente dicha, que se dirige al lector mediante imperativos que invitan a reflexionar ("recuerde", "ved"...) o le incluye mediante el uso de la 1ª persona de plural ("nuestras vidas...", "nacemos..."). Las metáforas y alegorías empleadas por Manrique (la vida como río o la vida como camino o viaje) serán de los elementos más recordados e imitados de este poema en los siglos posteriores. Ahora bien, Manrique no es original, sino que recoge tópicos ampliamente repetidos en la Edad Media y muchos de los cuales aparecían en la Antigüedad Clásica y por ello tienen un nombre latino. Por ejemplo:
- Irreparabile tempus fugit: la fugacidad del inevitable paso del tiempo, que es imparable
- Vanitas vanitatum ("vanidad de vanidades"): el poco valor de todo lo material, porque es temporal y por tanto efímero.
- Fortuna, representación clásica y personificada del azar, que reparte de forma ciega y cambiante suertes y desgracias, y a cuya inestabilidad está sometido todo lo material, que puede aparecer y desaparecer por un golpe de buena o mala suerte
- El poder igualador de la muerte: la muerte es igual para todos, independientemente del grupo social al que pertenezca o las riquezas que tenga.
- La ejemplificación de estas ideas a través de otro tópico, denominado Ubi sunt? (¿Dónde están?), preguntas retóricas sobre dónde están personas o acontecimientos del pasado, ya desaparecidos, cuya respuesta es la nada, demostrando así lo efímero y pasajero de todo y de todos.
2.- La parte centrada en la figura de su padre, D. Rodrigo Manrique, en la que también diferenciamos dos partes:
- Elogio: evoca la figura de su padre destacando sus virtudes como noble, guerrero y buen cristiano.
- Narración de su muerte: recurre aquí Manrique a un personaje alegórico, la Muerte, que viene a buscar a D. Rodrigo animándole a no tener miedo y a confiar en que perdurará más allá de su propia muerte. Introduce aquí Manrique otro tópico, el de la"Vida de la Fama", pero que escapa ya a la mentalidad medieval y anuncia la Renacentista al implicar una nueva valoración de esta vida y este mundo: la de vivir intentado lograr entre los que nos rodean un reconocimiento que haga que nos recuerden tras la muerte, y nos permita perdurar así en ese recuerdo. A la vida terrena (efímera y poco valiosa) y a la eterna se suma así esta otra "tercera vida" o forma de existir y perdurar tras la muerte.
En cuanto a la métrica, Manrique tampoco es original, porque emplea una estrofa ya existente: la copla de pie quebrado, compuesta por doce versos en que cada dos octosílabos se intercala un verso tetrasílabo, dándole cierto aire funeral al poema. Aunque no la creó él, este poema se hizo tan famoso que a partir de él pasó también a llamarse "doble sextilla manriqueña" o "copla manriqueña". La rima es, por supuesto, consonante (como en toda la poesía culta hasta el siglo XIX) y su esquema es siguiente:
8a 8b 4c 8a 8b 4c 8d 8e 4f 8d 8e 4f
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