La renovación de la novela: Luis Martín Santos, Juan Marsé y Juan Goytisolo


 A partir de 1960, comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo dominante en la novela española en la etapa inmediatamente anterior, cuestionando su pobreza estructural, técnica y estilistica consecuencia de su afán de llegar a un público amplio y contribuir a transformar la realidad. Algunos críticos y escritores apuestan por la fantasía y lamentan la creciente despreocupación respecto al forma y el lenguaje, mientras comienzan a propugnar la necesidad de renovación y de enfoques más complejos, aunque esto no significó que con las innovaciones formales se dejaran de lado las preocupaciones sociales.Surge así una novela minoritaria y compleja.

Gabriel García Márquez


Julio Cortázar

Los autores españoles van a tener muy en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros: Proust, Kafka, Joyce y Faulkner, especialmente. Junto a ellos, debe destacarse la influencia del “nouveau roman” francés (Robbe-Grillet, Claude Simon…) y la renovación aportada por el boom de la narrativa hispanoamericana (García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar…).

Y así, la aparición en 1962 de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, inauguró una etapa de renovación de la narrativa española en sus aspectos formales; ese mismo año se publicó La ciudad y los perros,del peruano Mario Vargas Llosa, que abrió un período de difusión e influencia de la literatura hispanoamericana. Después aparecerán Señas de identidad (1966), de Juan Coytisolo, Cinco horas con Mario (1966), de Miguel Delibes, Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé, y Volverás a Región (1967), de Juan Benet, confirmando una nueva orientación estética de tipo experimental que continuará  los primeros años de la década de los setenta.

Los autores de los 60 introdujeron novedades en el discurso narrativo. Las innovaciones son especialmente intensas en el campo de las técnicas. Lo fundamental será la forma, la arquitectura, la composición: ahora, en general, la forma importa más que el contenido.

     En cuanto al punto de vista narrativo:

     Hay una tendencia a la desaparIción del narrador omnisciente así como el narrador único y uniforme: se prefiere el punto de vista múltiple, según la realidad se enfoque desde uno o varios personajes, lo cual puede dar interpretaciones distintas y hasta contradictorias de la misma realidad, es decir, el perspectivismo: utilizar diferentes perspectivas en la narración, por ejemplo, la primera y la tercera persona narrativas mezcladas, o la incorporación de la segunda persona autorreflexiva, que implica el desdoblamiento del yo,-.

     A veces el narrador interviene e interpreta, recurriendo a la parodia o la sátira.

     El tratamiento de la anécdota:

     Se prescinde de toda acción, el argumento queda relegado a un segundo plano.

     Se da entrada a lo imaginativo, lo alucinante, lo irracional, lo onírico.

     Procedimientos de estructuración:

·        Desde el punto de vista externo, es frecuente la desaparición del capítulo y que la novela se componga de una serie de  secuencias separadas por un espacio en blanco sin numerar.

·        Desde el punto de vista interno, destacan nuevas técnicas como el contrapunto (se presentan varias historias que se combinan y alternan) y la  técnica caleidoscópica (cuando son muchas las anécdotas y los personajes que se cruzan).

·        Son muy frecuentes los finales abiertos.

     La ruptura del orden cronológico: se producen retrocesos al pasado, saltos temporales o superposiciones de distintos planos. Unas veces, esto proviene de intentar reproducir los mecanismos de la memoria; en otras se percibe la influencia del cine, con sus flash-back o “saltos atrás”; y en otras la organización del tiempo puede llegar a ser caótica, un laberinto o rompecabezas temporal.

     El personaje protagonista es un personaje en conflicto con su entorno y consigo mismo, deseoso de encontrar su identidad. Es un personaje borroso, zarandeado y anulado por sus circunstancias.

     Representación de las voces y pensamientos de los personajes:

·        Empleo del monólogo interior o “fluir de la conciencia” para la expresión de las vivencias y sentimientos del protagonista: reflejar los pensamientos con la forma caótica y espontánea que tienen cuando brotan en la mente, antes de su ordenación y estructuración lógica. Es un recurso un poderoso para explorar la conciencia y la psicología de los personajes.

·        Los diálogos, aunque son también importantes, disminuyen a favor de otros procedimientos como el estilo indirecto libre. en el que el narrador adopta en tercera persona las palabras y pensamientos del personaje, e incluso los rasgos peculiares de su forma de hablar.

     En cuanto a la lengua y el estilo:

·        La novela tiende a incorporar elementos de otros géneros, como el ensayo, a través de frecuentes digresiones discursivas.

·        Se tiende a borrar las fronteras entre la prosa y el verso: el lenguaje poético penetra en la novela.

·        Se exploran todas las posibilidades del párrafo y la frase, desde los muy cortos a los muy largos y complejos.

·        Se incorporan elementos discursivos a la narración, como informes, anuncios, textos periodísticos…

·        Es muy importante la riqueza expresiva y la elaboración retórica del discurso (cuidado y elaborado, con diferentes recursos: metáforas, comparaciones, hipérboles, paralelismos, anáforas, enumeraciones…), lcreación de nuevos términos, el uso paródico de diferentes tipos de lenguaje, la diversidad de registros…

·        Se utilizan distintos artificios tipográficos: ausencia o uso peculiar de los signos de puntuación, ruptura de líneas, disposiciones especiales de los párrafos, uso de distintos tipos de letra, presentación de páginas en blanco, inserción de esquemas y grabados…

     Se renueva también del papel del lector: la renovación de la novela supone un nuevo concepto del lector, pues exige nuevas formas de lectura. El lector ya no puede limitarse a ser un receptor pasivo sino que debe participar activamente en la interpretación de la novela (aspecto iniciado por Rayuela, del argentino Julio Cortázar.

Entre los escritores más destacados en la década de los sesenta se incluyen el ya mencionado Juan Benet -Una meditación (1970), Un viaje de invierno (1972)-; Félix de Azúa -Las lecciones de Jena (1972)-; Miguel Espinosa -Escuela de mandarines (1974)-; José María Guelbenzu -El mercurio (1968), y Antifaz (1970)-; y Javier Torneo -El cazador (1967) y El unicornio (197l). Pero nosotros vamos a centrarnos en tres nombres: Luis Martín-Santos, Juan Marsé y Juan Goytisolo.

LUIS MARTÍN SANTOS Y "TIEMPO DE SILENCIO"


Luis Martín Santos (1924-1964) Nació en Larache (Marruecos). Su familia se trasladó posteriormente a San Sebastián. Estudió Medicina y se dedicó a la Psiquiatría. Trabajó en Madrid, ciudad donde se relacionó con los  círculos literarios de la época, y  después en San Sebastián. Murió en Vitoria en accidente de tráfico con solo 39 años. Además de Tiempo de silencio, escribió artículos sobre psiquiatría y filosofía, y otra novela inacabada: Tiempo de destrucción.

Tiempo de Silencio revolucionó el ambiente literario por sus innovaciones formales, fue una de las obras más representativas del periodo y todo un hito en la novela española contemporánea, no tanto por su argumento, vinculado al realismo (aunque con muchos elementos folletinescos y de la novela negra policíaca) como por la búsqueda de nuevas formas narrativas con las que da a la anécdota un alcance existencial.

El tema de la novela es la frustración existencial de un investigador médico cuyo fracaso humano es consecuencia de la miseria social, del atraso científico que le rodea y de su propia debilidad para llevar a cabo su proyecto.

Pedro, el protagonista, es un joven médico investigador en el Madrid de finales de la década de los 40 que ve como sus investigaciones sobre el cáncer, que realiza con una cepa de ratones, se ven dificultadas por la paupérrima situación económica y social, porque los ratones, traídos de Estados Unidos, van pereciendo a un ritmo superior a su reproducción. Su ayudante en el laboratorio, Amador, había regalado meses antes algunos ejemplares a un pariente suyo, el Muecas, que logra  criar algunos ratones en su chabola con ayuda de sus hijas. Pedro y Amador acuden a esa chabola para comprar algunos y así  poder continuar con las investigaciones. Este será su contacto con los bajos fondos madrileños, que hará que el Muecas acuda a él como médico (aunque no ejerza la medicina), cuando su hija mayor, Florita, esté desangrándose por un aborto practicado por su propio padre en las chabolas. Pedro intenta salvarla, pero la chica muere, y él será detenido y liberado cuando se demuestre su inocencia. Vuelve entonces a su pensión, donde las mujeres que la regentan pretenden que se case con la joven Dorita. Pero el novio de Florita, Cartucho, decide vengar la muerte de su novia (de la que culpa a Pedro) matando a Dorita en una verbena en la que está con Pedro. Pedro acaba siendo expulsado de su trabajo como investigador y pasa a ser médico rural

            El desarraigo, la impotencia, la frustración confieren a la novela una significación existencial. Pedro viene a ser un trasunto de la mísera condición humana. El resto de personajes confirman esa desoladora concepción existencial, porque sus existencias están vacías en uno u otro sentido. En conjunto, una humanidad degradada parece estar ahí para producir también en el lector una sensación de náusea.

Pero esa miseria existencial se sitúa en un marco social concreto: el Madrid de “los años del hambre”. El fracaso de Pedro tiene sus causas sociales por los condicionamientos que impone una sociedad subdesarrollada y opresiva: la lamentable situación de la ciencia y la investigación, el desprecio hacia el intelectual, la hipocresía y los convencionalismos; todo eso es lo que condena a Pedro al fracaso, a la marginación, al “silencio”, que el autor refleja desde la óptica del intelectual que pretende comprender y explicar las causas profundas de aquella sociedad vacía y del fracaso existencial de quienes la habitan.

En esta novela se ve la influencia de Baroja, pero también de  Kafka, Faulkner y, especialmente, James Joyce. Con un lenguaje culto y unas técnicas novedosas, el autor, a partir de los sucesos contados, de las relaciones del protagonista con otros personajes (burguesía alta, media, baja y lumpen-proletariado) y de los ambientes por los que se mueve (un laboratorio público deficiente, una pensión vulgar, el mundo degradado y miserable de las chabolas, los sitios de reunión de la clase alta y los intelectuales, como el café Gijón), realiza una descripción de la realidad de la España de la época, y una reflexión sobre su historia y cultura. La obra contiene abundantes reflexiones en las que se critican con dureza diversos aspectos del ser y la vida nacional: la pobreza y las desigualdades sociales, la mediocridad, el conformismo.

Lo novedoso de esta novela reside principalmente en los rasgos formales:

     La novela está organizada en secuencias de diferente extensión y en algunas, al lado de la narración propiamente dicha,  Martín Santos intercala digresiones o reflexiones al hilo del relato que cobran especial importancia: ironías sobre los valores espirituales de los habitantes de las chabolas, consideraciones sobre el pueblo a partir del espectáculo de revista, etc. Otras secuencias son digresiones puras o disertaciones ideológicas: sobre Cervantes, sobre un cuadro de Goya, sobre los toros, sobre la revista, etc. En conjunto, estas digresiones forman un corpus unitario en el que se plantean graves problemas sociales y nacionales, claves para captar la significación profunda de la novela.

     Otras innovaciones formales son la mezcla de perspectivas con un narrador omnisciente y subjetivo, el uso de la segunda persona y la presencia de los estilos directo, indirecto e indirecto libre. En esta novela los diálogos no abundan, pero, en cambio, se explota sistemáticamente el monólogo interior, cuya función principal es caracterizar a los personajes. Gracias a esos soliloquios, penetramos en los problemas, las contradicciones y la frustración del protagonista, en la bajeza moral de la patrona de la pensión, en la brutalidad de Cartucho, etc.

     Hay un uso continuo de la metáfora, ls ironía, la hipérbole y la parodia. En el lenguaje se incluyen el discurso científico, numerosos neologismos (creaciones léxicas del autor), extranjerismos y cultismos. junto a los cuales incorpora también expresiones populares y vulgarismos. Abundan los recursos retóricos, como las comparaciones e imágenes, hipérboles con intención irónica, enumeraciones, paralelismos o bimembraciones. Destaca el gusto por la frase larga, las imitaciones del estilo retórico clásico, a veces con intención paródica. En definitiva, Tiempo de silencio es un continuo alarde verbal que, sin embargo, se combina de forma sutil con un tono conversacional y vulgar.

En conclusión, la obra de Martín-Santos inicia una nueva etapa de renovación formal tras el realismo social. Tiempo de silencio venía a reivindicar los derechos de la literatura como creación y experimentación. Pero este  complejo diseño formal con que está elaborada se pone al servicio de una reflexión humanística, uniendo la experimentación con un amplio alcance existencial, social e histórico.

-JUAN MARSÉ 

Juan Marsé (1933-2020) nació en Barcelona. Su formación es claramente autodidacta, pues abandonó los estudios en la adolescencia, y se dedicó a diversos trabajos. La mayoría de sus obras han sido premiadas, y en 2009 fue galardonado con el premio Cervantes.

Comienza su trayectoria con novelas que se sitúan en la estela de un realismo social y crítico, aunque con algún elemento nuevo, como Encerrados con un solo juguete y La otra cara de la luna, ambas sobre una juventud burguesa, desorientada y abúlica.

En 1966 publica Últimas tardes con Teresa, recibida con asombro. Por su contenido, sigue siendo una obra de denuncia social: cuenta las andanzas de un joven ladrón que se hace pasar por militante político marxista clandestino para intentar conquistar a una estudiante de familia burguesa barcelonesa que juega a ser “progre”. Pero en ella hay una crítica sarcástica de la burguesía progresista y una sátira feroz del señoritismo y de la inautenticidad, desde un enfoque más complejo que en la novela del realismo social. Sobre todo, son notorias sus novedades técnicas: superación del objetivismo y retorno al autor omnisciente con intervenciones sarcásticas, uso abundante del monólogo interior, incorporación de elementos paródicos, la ironía, la hipérbole, la variedad de registros. Son también abundantes los flash-back para volver a la niñez de los personajes que componen la trama o para reconstruir hechos importantes (de esta forma, llegamos a conocer de forma profunda al protagonista). La acción dura un año y tres meses, con un corto episodio de dos años después. Se desarrolla en Barcelona y en la cercana playa de Blanes. Dentro de Barcelona hay dos mundos: el Carmelo, barriada de despojos humanos (ladrones, prostitutas, delincuentes...) y San Gervasio, un barrio rico y exclusivo, con gente libre pero a la vez llena de problemas.

En la misma línea se sitúa La oscura historia de la prima Montse (1970): unos jóvenes barceloneses, inmersos en un sofocante ambiente burgués, inventan historias que se entretejen con los sucesos cercanos, entremezclándose de esta forma lo real y lo imaginario y haciendo de esta novela una de las más interesantes de los últimos años en la que los ideales y la generosidad de la protagonista contrastan con ese asfixiante ambiente burgués.

 La plena madurez de Marsé en el manejo de las nuevas formas narrativas llega con Si te dicen que caí (1973) en la que se mezcla lo real e imaginario con una gran capacidad inventiva y riqueza verbal. A partir de esa fecha, el autor regresa al estilo realista y a los temas más importantes de su narrativa: historias de perdedores en los barrios barceloneses de la posguerra: Un día volveré (1982), El embrujo de Shanghai (1993) y Rabos de lagartija (2000).

JUAN GOYTISOLO


 (1931-1917) Nació en Barcelona en una familia acomodada. Empezó la carrera de Derecho, pero no la concluyó. En 1956 se instaló en París; desde allí, realizó frecuentes viajes a España y llevó a cabo diversas actividades relacionadas con su compromiso con la resistencia antifranquista. Posteriormente, decidió residir buena parte del tiempo en Marruecos, donde falleció. Además de sus grandes novelas, ha publicado libros de viajes, autobiografías y algunos ensayos. También escribió numerosos artículos periodísticos y fue corresponsal de guerra para El País.

Fue el primero de su generación que se lanzó en busca de nuevas técnicas narrativas desde sus comienzos en el “realismo crítico”. En 1966 publica  Señas de identidad: cuenta la historia  de Alvaro Mendiola, un exiliado español en Francia que vuelve a España. Es un personaje desarraigado que se siente extranjero en su patria y busca en su pasado los caracteres que conforman su identidad en un intento de recuperar sus raíces. Para ello, indaga en su historia familiar y esto le conduce a la reflexión sobre la historia, cultura e ideas que han imperado en España, y de ahí al rechazo de su patria. Es decir, esta búsqueda le hace sentir que ya no forma parte de ese mundo, que es un ser totalmente desarraigado, un extraño en su propia tierra. Aparece, así, un tema que será constante en la obra de Juan Goytisolo: el rechazo de una interpretación parcial de la historia y la cultura española.

Está narrada en un estilo claramente subjetivista y se dan cita todos los recursos de la nueva novela experimental: cambios del punto de vista, saltos en el tiempo, uso de diversas personas narrativas (segunda y tercera), alternancia de historias presentadas con diferente tipografía, ruptura de la linealidad temporal, uso de monólogos interiores, introducción de disertaciones, de fragmentos periodísticos, de informes policiales, de folletos turísticos, secuencias escritas en forma de verso, diálogos en francés, páginas sin puntuación o en letra cursiva, Y nada de ello es gratuito, todo está magistralmente subordinado a su búsqueda de identidad personal y a la revisión del pasado nacional.

El camino emprendido en esta obra por Goytisolo continúa con Reivindicación del conde don Julián (1970) y Juan sin tierra (1975), en las que multiplica las renovaciones formales, al servicio de una amarga destrucción de lo que él llama la “España sagrada”: estas dos novelas siguientes acentúan el ataque a la cultura, a la religión, a los valores de las clases dominantes e incluso a la lengua castellana, e inciden en el carácter discursivo del relato, en el que se llega a eliminar la peripecia.





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