"La Fundación": trasfondo histórico e intención de la obra


 

La Fundación se estrenó el 15 de enero de 1974, en los años finales del Franquismo, período en el que muchos aspectos del argumento de esta obra (la persecución ideológica, las condenas a muerte, las torturas, las delaciones, las miserias de la vida carcelaria…) formaban parte importante de la realidad española. De hecho, la obra tiene un trasfondo autobiográfico, porque tras el fin de la Guerra Civil, Buero había sido detenido y condenado a muerte, pena que a los ocho meses se le conmutaría por cadena perpetua. Él mismo ha manifestado que parte de esos elementos argumentales (incluso en detalles concretos: la dureza de la vida en la cárcel, la espera de una muerte que podría hacerse efectiva en cualquier momento, el ocultar la muerte de un compañero para seguir contando con su ración, los chivatos, los planes de fuga…) están tomados de su propia experiencia.

En estos años finales del Franquismo todo esto seguía siendo además una realidad candente: ante la proximidad de la muerte de Franco, se producen muchas movilizaciones entre obreros, sindicatos y partidos políticos clandestinos, así como entre los estudiantes (herederos del espíritu de mayo del 68 y su actitud de protesta). ETA comienza su actividad terrorista, uno de cuyos hitos había sido el asesinado del almirante  Carrero Blanco, “sucesor” de Franco. Frente a esto, los defensores del Régimen quieren endurecer la represión para mantenerlo: sigue habiendo censura y persecución ideológica, se prohíben obras y se cierran periódicos, hay detenciones de estudiantes y líderes sindicales, y se producen las últimas ejecuciones del Franquismo, lo cual provocará incluso fuertes reacciones en el exterior. Por tanto, los asuntos tratados en la obra podrían ser percibidos como una crítica y una denuncia de una situación histórica y política concreta: aquella en la que vivían el autor y su público de entonces. Además, ese público estaba acostumbrado a que  autores como Buero, “posibilistas”, ofrecieran o “colaran” un mensaje crítico o de denuncia a través de argumentos que en principio no tenían por qué serlo, para sortear la censura.  Es decir, el público estaba habituado a hacer una “doble lectura” de las obras.

A pesar de estas circunstancias históricas reconocibles y evidentes, Buero presenta la obra como una fábula en dos partes” (una fábula es una ficción alegórica con una enseñanza útil y moral), situada en un lugar y una época indeterminadas, seguramente por un doble motivo:

  1. Evitar que la censura impidiera el estreno de la obra, que no aparece así explícitamente como una crítica directa al Franquismo y sus consecuencias.

  2. Ampliar el alcance de esa “enseñanza”,  del significado de la obra, que permite de este modo varias lecturas progresivamente más amplias: 

    • como denuncia y crítica del sistema represivo del Franquismo, pero también de la tiranía, la dictadura y persecución ideológica allí y cuando esta se produzca (ya que por desgracia es una constante universal en la Historia del ser humano), 

    • como reflejo de una cuestión existencial del hombre, que siempre va a encontrar limitaciones a su libertad y “engaños” que le impiden tomar conciencia de la realidad alienante en que vive,y así actuar contra ella. 

De este modo, la validez y la vigencia de la obra se extiende mucho más allá de las circunstancias sociopolíticas concretas en las que surge, y se convierte en universal.

Aunque aparezca etiquetada como “fábula”, la obra presenta en realidad conflictos más próximos a una tragedia; los que afectan al destino de los seres humanos. 

La tragedia se define como aquella “obra dramática cuya acción presenta conflictos de apariencia fatal que mueven a compasión y espanto, con el fin de purificar estas pasiones en el espectador  (o “catarsis”) y llevarle a considerar el enigma del destino humano, y en la cual la pugna entre libertad y necesidad termina en un desenlace funesto.”

El propio Buero ha señalado este carácter trágico de su teatro, pero también destacó que a él le interesa no solo  al modo clásico, como depuración por medio de la catarsis, sino como crítica inquietante, como denuncia de comportamientos éticos, sociopolíticos y metafísicos censurables, y como forma de comprometer éticamente al individuo con la realidad.

 En Buero la tragedia se convierte en “tragedia esperanzada”: la obra tiene un final abierto en que el espectador tiene que decidir y escoger qué ocurre con los personajes: si son llevados para ser ejecutados o si son trasladados a las celdas de castigo, desde las que podrían llevar a cabo su plan de fuga. Es decir, en la acción (representada en la obra por el plan de fuga) está la esperanza (para los presos, pero también para todos los seres humanos). 

La Fundación, como todo el teatro de Buero, tiene en último término una finalidad ética:  trata de implicar al espectador en el conflicto planteado buscando su compromiso que, en último término, ha de llevarle a actuar de una determinada manera. Buero utiliza  diferentes medios para implicar al espectador en la la obra:

  • El comienzo in medias res: el espectador conoce la historia cuando ya han sucedido parte importante de los hechos y está próxima a su final. Esto permite que vaya descubriendo estos hechos pasados paralelamente al recobramiento de la cordura y la conciencia de lo sucedido por el protagonista.

  • Los efectos de inmersión: el espectador percibe la realidad como lo hace Tomás, y como él, descubrirá que tras la “idílica” Fundación está la realidad de la cárcel, de la que tomará conciencia con el protagonista. Esto plantea el antiguo conflicto entre apariencia y realidad, la posibilidad del engaño de nuestras percepciones, e implica la necesidad moral de querer conocer la verdadera realidad que se esconde tras las apariencias, como forma de llegar a la verdad, a través siempre de la acción.

  • El  final abierto, en el que es el espectador el que tiene que decidir qué les ocurre finalmente a Tomás y a Lino (el propio Buero afirmó que él no sabía cuál era su destino), y cuál será el futuro de esa Fundación. Esto es lo que convierte a la obra en una tragedia esperanzada, pero también implica al espectador, que debe decidir cuál es ese final.

  • La estructura circular: ciertos elementos –argumentales y escenográficos- del principio se repiten al final; cuando emerge de nuevo la Fundación con el ambiente escenográfico, la música y los personajes con que se nos presentó al principio. 

Esto alude a una concepción filosófica del tiempo que subyace en esta obra, en la que influye un relato de Azorín, “Las nubes”, que a su vez, recoge la influencia de Nietzsche  y su teoría del eterno retorno. La idea de eterno retorno se refiere a un concepto circular de la historia o los acontecimientos: la historia no es lineal, sino cíclica. Una vez cumplido un ciclo de hechos, estos vuelven a ocurrir con otras circunstancias, pero siendo, básicamente, semejantes. 

Cuando al final del drama, el Encargado invite a entrar a nuevos visitantes, el engaño de la Fundación vuelve a empezar en un retorno imparable: siempre volverán las Fundaciones, la represión, la cárcel, la tortura, los mecanismos de control, las limitaciones a la libertad… Pero ahora, a diferencia del principio, el espectador sabe que la Fundación idílica es una realidad falsa que tapa otra realidad mucho más dura pero verdadera, que también tiene la responsabilidad de intentar conocer y actuar para escapar de ella y buscar la verdad. La obra invita al lector-espectador a dudar de su percepción de la realidad, a plantearse si quizás, como Tomás, personaje con el que se ha visto obligado a identificarse, también él está en una Fundación, en una cárcel, de la que es preciso ser consciente para poder escapar… mediante la acción.

Como tragedia de nuestro tiempo, La Fundación constituye un análisis de una sociedad y de un mundo con los que el autor no está conforme, sometido a fuerzas externas alienantes que conducirán a sus individuos a una existencia trágica. En esta tragedia es muy importante el valor simbólico tanto de la Fundación que da título a la obra, como de la terrible realidad que encubre, la cárcel, y que tienen la misma doble interpretación, sociopolítica (colectiva) y existencial (individual), que el conjunto de la obra:

  • La cárcel (la realidad) en una lectura sociopolítica, representa la situación de opresión, de falta de libertad, de persecución ideológica que vive el hombre en regímenes totalitarios como el Franquismo, pero también en nuestra sociedad de consumo, que ejerce represiones alienantes que lo condenan a una falta de libertad de la que muchas veces no es consciente. En una lectura existencial o metafísica, la cárcel sería la propia existencia humana, donde siempre hay limitaciones y condicionantes (la libertad absoluta no existe) y en la que todos estamos condenados a muerte. 

  • La Fundación (la ficción) en  una lectura sociopolítica, serían aquellos mecanismos e instituciones represores, que privan de libertad a los individuos, muchas veces encubriendo su verdadero cariz (ya sea de forma más evidente, como en las dictaduras, o de forma más sutil, por ejemplo en nuestra sociedad de consumo aparentemente democrática). Desde una lectura metafísica, existencial e individual sería esa ”locura acomodaticia”, el autoengaño de los que prefieren vivir de forma aparentemente confortable y no afrontar las limitaciones que condicionan sus propia existencia. Es decir, la Fundación sería todo aquello que encubre la verdadera realidad y nos impide conocer sus limitaciones-

  • Entre ambas se sitúa el paisaje idílico que se ve por la ventana a modo de locus amoenus, semejante a un cuadro de Turner, y que Asel insiste antes de morir en que “es verdadero”. Este paisaje representa la verdad, el ideal, la utopía, ese futuro soñado de vida auténtica y libre que solo puede conquistarse dándose cuenta de que la ficción alucinatoria es falsa, asumiendo la verdadera realidad de la propia situación o de la condición humana, y actuando, luchando, por llegar a ese ideal, que es a lo que Buero invita al lector a través de esta “fábula trágica esperanzada”.

En conclusión, esta fábula, que es en realidad tragedia esperanzada, ofrece una lección universal que puede y debe interpretarse en tres planos:

  1. El plano social o colectivo, como denuncia de situaciones y comportamientos de opresión y represión social y política que se han dado, se están dando y probablemente se darán siempre en el mundo, y que muchas veces se camuflan o se esconden en apariencias propagandísticas que encubren su verdadero cariz (“fundaciones”)

  2. El plano existencial, metafísico e individual, que concibe la propia existencia como una cárcel llena de limitaciones y condicionantes de los que hay que ser conscientes para poder luchar superarlos.

  3. El plano ético, que pretende implicar y comprometer al espectador en los hechos que presenta, para que elija así su comportamiento, su actitud y su actuación en el mundo en que vive y en su propia existencia. Hay que dudar de la propia percepción de la realidad, destruir cualquier apariencia o ficción por tranquilizadora que sea, intentar conocer la verdadera realidad, pero no para aceptarla pasivamente o resignarse, sino para actuar e intentar llegar al ideal que debería ser. Esa es la verdadera libertad: conocer la realidad, actuar en consecuencia, y en ello reside la dignidad humana. Hay que destruir la ficción para llegar a la realidad, y así buscar la verdad y la libertad. Esa es nuestra dignidad.

Por tanto, la obra supera la adscripción a unas determinadas circunstancias históricas, y su planteamiento es lo suficientemente abstracto para que siga vigente. Buero ofrece un análisis de nuestra sociedad y sus comportamientos, reivindicando la búsqueda de la verdad, de la autenticidad y de la libertad. La obra contiene así un planteamiento actual del destino del hombre y pone de manifiesto sus limitaciones sociales y existenciales, a través de su fábula, sus símbolos, sus técnicas implicadoras, su estructura envolvente y circular. El lector o el espectador, al terminar la obra, sabe que todo está dispuesto para que la tragedia vuelva a empezar. En la mano del lector-espectador está escoger la verdad y elegir si sigue en la Fundación o lucha contra ella. La lección permanente de la obra está en esta implicación del lector-espectador en ella

Oa dejo el esquema o guión con los puntos fundamentales de esta cuestión que luego deberéis aplicar al fragmento concreto que se os proponga:

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