"La Fundación": la realidad y la apariencia

La Fundación (The Foundation).
Estrenada en el Trilogy Theatre (Nueva York) el 6 de noviembre de 2002.

El conflicto entre realidad y apariencia (que puede aparecer como ficción, locura, alucinación, sueño) es un tema constante del arte y la literatura y aparece en muchas de las obras que influyen en La Fundación.. Lo encontramos ya en la filosofía platónica (el mito de la caverna) y en la tragedia griega (y recordemos el sentido trágico de esta obra y del teatro de Buero en general),

Uno de los elementos de la tragedia griega clásica, señalado ya por Aristóteles, es la anagnórisis o agnición, proceso que consiste en el paso de la ignorancia al conocimiento por el que un personaje  descubre datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él o ella hasta ese momento (un ejemplo evidente sería Edipo Rey); y este es en realidad el proceso que sufre Tomás. 

En el Barroco el choque entre apariencia y realidad se convirtió en todo un tópico (el mundo como engaño, como teatro, como ficción, como sombra, como sueño) y es fundamental en dos influencias de esta obra, clarísimas y reconocidas por Buero: el Quijote y La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

Ya en el siglo XX aparecerá en Un mundo feliz de Aldous Huxley, en muchos relatos de Jorge Luis Borges y, con posterioridad a Buero, lo encontraremos frecuentemente en el cine, a veces presentado con recursos muy similares a los que utiliza nuestro dramaturgo, lo que demuestra la modernidad y la “universalidad” de su planteamiento y su técnica: Mátrix, El show de Truman, Origen (inception), Memento, El sexto sentido, Una mente maravillosa, Abre los ojos, Los otros, Toy Story, The Joker…

Este choque entre apariencia y realidad es el tema central de la la obra, y se convierte en el principal recurso escénico a través del “efecto de inmersión”, que hace que el espectador comparta el “engaño” del protagonista y su proceso de “desengaño” o vuelta a la realidad desde el engaño de la apariencia. Y será también clave para el significado de esta fábula que, aunque quizá Buero emplee el término en su sentido aristotélico (hechos que se cuentan en la tragedia), nos transmite una enseñanza moral: la necesidad de conocer la verdadera realidad que se oculta tras las apariencias como única forma de llegar a la verdadera libertad, a través de la acción.

Y así, la Fundación idílica y confortable, que supuestamente da soporte a la actividad intelectual de Tomás y sus compañeros (para muchos inspirada en la Residencia de Estudiantes del Madrid de principios del siglo XX) en la que el protagonista –y con él, el espectador´- cree vivir al principio de la obra, se irá transformando poco a poco en lo que verdaderamente es, una cárcel, a medida que el personaje vaya recuperando la razón y alejándose de la locura, la alucinación que ha creado esa ficción idílica de la Fundación como refugio para no asumir una realidad insoportable (él está en la cárcel condenado a muerte con los compañeros a los que ha delatado tras sufrir tortura), en un proceso similar al que cuenta Cervantes en el Quijote o Calderón en La vida es sueño

Tanto la Fundación ficticia como la cárcel real tienen un valor simbólico en dos planos, el sociopolítico (colectivo) y el existencial (individual), que configuran la visión de la sociedad y la existencia humana que nos transmite Buero en esta obra y  su consecuencia ética o moral: el hombre vive en una falta de libertad, de la que muchas veces no es consciente, causada por:

  • la sociedad: algo evidente en el caso de regímenes totalitarios y dictaduras, que persiguen y reprimen determinadas ideas, pero menos evidente en otras sociedades como la nuestra, de consumo, que nos condiciona y nos limita al tiempo que nos ofrece una apariencia de mundo feliz, de existencia confortable. 
  • la propia existencia, en la que siempre encontramos limitaciones y en la que estamos inevitablemente condenados a muerte. 

     Cuestionarse la propia realidad, plantearse si es verdaderamente real o mera apariencia, o si la verdadera realidad es otra, por dolorosa, dura o insoportable que sea, es necesario para conquistar la libertad, para transformar nuestra existencia en algo mejor. Hay que destruir las ficciones evasivas y tranquilizadoras, afrontar la realidad tal como es y buscar la verdad para ser verdaderamente libres.

 A lo largo de la obra, los elementos de la ficción idílica de la Fundación se irán transformando progresivamente en los duros y sórdidos elementos de la realidad carcelaria (y algunos de ellos, al igual que la Fundación y la cárcel, aportan también valores simbólicos); por ejemplo:

  • El HOMBRE que yace en la cama y Tomás cree un compañero enfermo lleva en realidad varios días muerto y los presos lo ocultan para quedarse con su ración de comida y, de paso, ser llevados a las celdas de castigo desde las que podrán llevar a cabo el plan de huida de Asel. Y se descubre que el mal olor que Tomás atribuía a una avería del baño se debía a esta circunstancia.
  • La luz irisada se convierte en una luz gris; 
  • Los elementos lujosos y confortables de La Fundación (la vajilla, la lámpara, el teléfono, las bebidas, los cigarrillos, comodidades que nos ofrece la sociedad de consumo para convencernos de lo confortable de nuestra existencia) van desapareciendo,
  • Las camas con sábanas y colchas se transforman en petates desnudos, 
  • El retrete pasa a estar separado por una cortina y finalmente a la vista (símbolo de la indignidad de esa situación opresiva que viven los personajes, de la dignidad humana completamente pisoteada y aniquilada).

El único elemento de la ficción de la Fundación que va a resistir a su destrucción es el paisaje idílico que se veía desde la ventana (y que se describe como similar a un cuadro de Turner, pintor que destaca por su luminosidad), que desaparece para convertirse en un lienzo, pero Asel insiste hasta el último momento en que era “verdadero”, porque simboliza la utopía, el mundo ideal, la verdadera libertad, que es “sueño” o “ficción” porque no existe todavía, pero que debemos intentar alcanzar, ya que es lo que da sentido a la acción, a la lucha: la esperanza.

En este choque entre la apariencia (la ficción, el sueño, la alucinación) y la realidad hay dos elementos que son especialmente importantes:

  • Los hologramas: son una forma de ilusión óptica: imágenes obtenidas mediante holografía, que emplea rayos láser para crear imágenes tridimensionales de un objeto original. Tulio cuenta sus experimentos con los hologramas y narra una anécdota con su novia que deja claro lo fácil que es confundir estas imágenes ficticias con cosas reales. En La Fundación hay muchos elementos que son “hologramas”, imágenes que se perciben pero que en realidad no existen. Tomás proyecta a Berta como un holograma (igual que una vez le ocurriera a Tulio con su novia), y toda su locura proyecta hologramas, que son un refugio, una forma de escapar. Toda la Fundación es en realidad un gran holograma tras cuya destrucción se encuentra la verdad. Del mismo modo, muchas de nuestras creencias tranquilizadoras, mucho de lo que nos inculca la sociedad para someternos puede funcionar como un holograma. Por tanto, hay que destruir los hologramas para llegar y asumir la verdadera realidad, Buero invita al lector también a “dudar” de su realidad, de las propias percepciones, que pueden no ser más que un “holograma”, y sobre todo, a no dejar de actuar para alcanzar la verdad.

“Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar. No podemos despreciar las pequeñas libertades engañosas que anhelamos aunque nos conduzcan a otra prisión... Volveremos siempre a tu Fundación, o a la que fuere si las menospreciamos. Y continuarán los dolores, las matanzas...”. “ entonces hay que salir a la otra cárcel! (...) ¡Y cuando estés en ella, salir a otra, y de esta a otra! La verdad te espera en todas, no en la inacción

  • “Soñar”, creer en ficciones, en ideas imaginadas pero que no existen en la realidad objetiva. El soñar se plantea desde una perspectiva ambivalente. Puede ser una actividad positiva, pero también un desahogo estéril y engañoso. El “sueño alucinatorio” de Tomás impide conocer la verdad y actuar (soñar sería un autoengaño que impide llegar a la verdad). La ficción puede ser una evasión a nivel individual (los sueños personales) o social (nos inventan un mundo con comodidades y una apariencia de confort y bienestar, un mundo aparentemente feliz), y puede ser también una trampa, en la que evadirse solo perpetúa el engaño. Pero el “soñar” que reivindica Tulio en un momento de ilusionado optimismo, y que es el que mueve a Asel, es decir, la esperanza en que ese mundo ideal o mejor  es posible, es necesario para que la acción tenga sentido. El ideal es un sueño, pero no es un engaño: es algo que da sentido a la acción. Lo importante del soñar es ser consciente de que se está soñando, porque si no, es entonces cuando se convierte en engaño.

”¡Déjanos soñar un poco, Asel!”, dice Tulio en ese momento de optimismo, “El paisaje es verdadero”, gritará insistentemente Asel antes de morir”, y Tulio le dirá a Tomás “Despierta de tus sueños. Es un error soñar.” cuando vengan a buscarlo para ejecutarlo y para él ya no haya esperanza.

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