Juan Ramón Jiménez: "envuélveme con tu luz para que la muerte no me vea"
Retrato de Juan Ramón Jiménez pintado por Sorolla en 1903 |
Juan Ramón Jiménez (el Juan Ramón por antonomasia de nuestras letras) nace el 23 de diciembre (casi el 24... que era cuando a él le gustaba decir que había nacido) de 1881, en el seno de una familia acomodada de cultivadores y vendedores de vino y tabacos, en Moguer (Huelva) , donde pasa los años de su infancia, qué el describiría así:
Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad"
Comienza Bachillerato en Huelva con excelentes calificaciones, y luego pasa interno a un colegio de jesuitas del Puerto de Santa María (Cádiz), que, según su propio testimonio, refuerza su tendencia al retraimiento y la soledad, y donde ya se manifiestan sus primeras inclinaciones artísticas a través de dibujos y poemas.
Al terminar el Bachillerato regresa a Moguer y comienzan sus amoríos con Blanca Hernández Pinzón, la "novia blanca" de sus versos tempranos. Se trasladará a Sevilla e iniciará los estudios de Derecho más por complacer a su padre que por voluntad propia. De hecho, asiste a clases de pintura, que le interesaba bastante más, y luego comienza a leer vorazmente en la biblioteca del Ateneo sevillano, sobre todo poetas del romanticismo español y europeo. Su afición por la poesía le llevará a enviar sus primeros poemas a diversas publicaciones onubenses y sevillanas.
En 1899 abandona sus estudios, y decide dedicarse a la literatura. Ve poemas suyos publicados en algún periódico madrileño, y por invitación, entre otros, del mismísimo Rubén Darío (para euforia de Juan Ramón, que era un ferviente admirador de su poesía y su figura), decide trasladarse a la capital para "luchar por el Modernismo". Allí, en 1900, entra en contacto con varios escritores modernistas (el propio Rubén Darío, que le dedicó un poema animándolo a escribir, Villaespesa y Valle-Inclán, entre otros) y publica sus primeros libros, Ninfeas y Almas de violeta. Ese mismo año muere su padre, hecho que le marcó profundamente y le provocó sus primeras crisis depresivas y de ansiedad por un terror obsesivo a la muerte, que desembocarán en su ingreso en un sanatorio para enfermos mentales en Burdeos. Allí se hospeda en la casa del médico que dirige el sanatorio y lee a los simbolistas franceses (Verlaine, Baudelaire...). También vive varios amoríos, entre ellos, uno con la esposa del médico que lo trataba, relación que le atormentó por el sentimiento de culpa. En su estancia en Burdeos escribirá sus Rimas, libro muy influido por los simbolistas franceses de los que se empapó.
De Burdeos pasará al sanatorio del Rosario, en Madrid, que él llamó el "sanatorio del retraído"., dirigido por médicos vinculados a la Institución Libre de Enseñanza. A su habitación acuden a visitarlo los Machado, Valle-Inclán o Benavente., dando lugar a improvisadas tertulias. Publica Arias tristes y en 1903 sale del sanatorio. Comienza a escribir en diversas revistas y termina fundando la suya propia, Helios, junto a, entre otros, Pérez de Ayala .
En 1905, tras haber dado a la imprenta sus Jardines Lejanos, regresa a Moguer . Allí encuentra a su familia sumida en graves dificultades económicas, y su enfermedad nerviosa se recrudece. Son estos los años en los que se desplaza por su localidad natal a lomos de un burro, Platero, que inspira la que se convertirá en su obra más popular, Platero y yo, cuando se publique en 1914. Durante esta estancia en Moguer salen a la luz también otros libros, como Elegías, Pastorales, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Melancolía o Laberinto.
Juan Ramón entrará vivir en la Residencia de Estudiantes, donde es nombrado director de publicaciones, y colabora en diseñar sus nuevas instalaciones . Allí está en contacto con los intelectuales más importantes del momento. En 1914 Zenobia le pide colaboración para traducir al castellano los versos de un poeta indú recién galardonado con el Premio Nobel: Rabindranath Tagore, y comien<a así a afianzarse su relación. Las traducciones de Tagore que seguimos leyendo en castellano son estas, realizadas por Zenobia y pulidas por Juan Ramón.
En julio vuelven a Madrid e inician su vida de casados. Zenobia hará todo lo posible por facilitar la labor poética de su marido. que se retira del mundo para ocuparse de su Obra. Una Obra que él concebía como una unidad, que nombraba así, con mayúscula, y que tenía la necesidad de corregir y reordenar continuamente. De este modo, ella se ocupará de todos los aspectos prácticos y materiales de su vida: atiende la casa, se pliega a sus manías (Juan Ramón no soporta los ruidos ni las ventanas abiertas, almacena periódicos y recortes, necesita orden y silencio para su actividad, tiene episodios frecuentes de tristeza o mal humor), le ayudar a organizar y pasar textos, escribe al dictado... pero también es quien emprende negocios para solventar su situación económica (como abrir una tienda de artesanía o gestionar el alquiler de pisos a extranjeros). Todo esto hará que el poeta termine teniendo una fortísima dependencia, no solo sentimental o afectiva, sino también práctica y material, de su esposa. En estos años, hasta 1919, publica sus libros Estío, Sonetos espirituales, Eternidades y Piedra y cielo.
En los primeros años 20, aparte de publicar más libros importantísimos, como su Segunda Antología poética, Unidad o Belleza, edita varias revistas y publicaciones. Será especialmente relevante la revista Indice, en las que participan importantes escritores de la época, tanto consagrados (Azorín, ´Gómez de la Serna, Machado, Ortega y Gasset) como noveles (Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Lorca, Alberti...) que le toman, en cierto modo, como guía o referente.
El matrimonio se muda varias veces por la hiperestesía del poeta. La dependencia cotidiana de su esposa es cada vez mayor y su progresivo aislamiento provoca críticas y comentarios maliciosos. Aún así, viajará a Granada con Zenobia invitado por García Lorca, en un viaje que supondrá para él todo un descubrimiento, y en estos años afianzará también su amistad con otros poetas andaluces como Cernuda o Alberti. Sin embargo, comenzará a distanciarse de estos "jóvenes del 27", rupturistas activos con la poesía anterior, durante los preparativos del homenaje a Góngora que los dio a conocer como grupo ante la vída cultural y literaria. Juan Ramón se negará a participar en ese homenaje.
Cuando estalla la Guerra Civil en 1936, Juan Ramón se mantiene fiel al gobierno republicano, firmando documentos en su defensa e implicándose con Zenobia en la acogida de niños huérfanos, para lo que llegan a empeñar objetos personales. Ante una situación cada vez más peligrosa, sus amigos le instan a salir de España, y gracias al presidente de la República, Manuel Azaña, consigue un pasaporte para irse a Estados Unidos a atender compromisos literarios, dejando muchos manuscritos inéditos de su Obra en Madrid.
Ya en Estados Unidos, Juan Ramón y Zenobia intentan conseguir apoyo para el gobierno español, sin demasiado éxito, y se trasladan a Puerto Rico, donde el poeta pronunció conferencias y preparó la publicación de sus antologías. Luego pasó a Cuba, y allí continuó con su actividad cultural y literaria, sintiéndose acogido y querido, pero también angustiado por las noticias preocupantes que van llegando de España, entre ellas el asesinato de su joven amigo Federico García Lorca, que le provocó una gran conmoción. Un sobrino suyo muy querido muere en el frente de Teruel luchando por el bando nacional y, en palabras de Zenobia "el dolor dejó a Juan Ramón absolutamente estéril por casi año y medio".
"Yo sé bien que él tenía, con las ideas que él creía mejores, un ideal limpio, sin más sangre en él que la suya. Y esta sangre generosa lo dejó sin ella exangüe en el sitio de su ideal. Y se sumió en la tierra a mejorarla. Si su muerte, y las otras como la suya, no nos mejoran, ¿de qué sustancia miserable somos?".
Zenobia lo convence para irse de vacaciones a Nueva York. Pero Juan Ramón no se siente a gusto, sobre todo por la barrera del idioma (él se negaba a aprender inglés para que no contaminara su lengua, que era el instrumento fundamental con el que creaba su Obra). La pareja sufre una crisis, y finalmente, en 1939, se instalan en Miami para dar varias conferencias. Juan Ramón vuelve a escribir, De España llegan noticias terribles, sobre todo la de la muerte de Antonio Machado (al que ellos habían intentado traer a la Habana, algo que finalmente no se consiguió y que le habría salvado). Zenobia intenta mantener sus propias actividades culturales y sociales, pero Juan Ramón no soporta estar ni un minuto sin ella. La dependencia del poeta hacia su esposa es ya total y en algún momento agobiante para ella. Con el fin de la guerra llega otra noticia nefasta: el mismo día de la toma de Madrid por las tropas franquistas, la casa de los Jiménez es saqueada por intelectuales afines al bando nacional que se llevan todo, sus discos, sus libros, su gramófono... y sus manuscritos.
En 1948 los Jiménez viajan a Argentina y Chile, y son calurosa y entusiastamente acogidos (entre otros, por Rafael Alberti y su esposa, María Teresa León). Juan Ramón imparte conferencias en las que llega a leer versos de Animal de fondo, el libro que está escribiendo, que son muy aplaudidas. Esta cálida acogida al poeta y su obra le reconforta mucho.
Cuando se recupera, la Universidad de Puerto Rico cede al matrimonio una sala para que pudieran tener allí sus cosas (sus libros, sus máquinas de escribir, su sillón... hasta el retrato que le había hecho Sorolla) y allí trabajan juntos los dos, a pesar de la desazón del poeta por tener que dejar su ingente Obra inacabada, desazón que Zenobia compensa, incansable, con su ánimo y su simpatía, que persisten al Damocles de su propia enfermedad. Es entonces cuando Juan Ramón le escribe en sus versos:
"Envuélveme con tu luz para que la muerte no me vea"
Zenobia, en la Universidad de Puerto Rico. |
Pero el cáncer reaparece y la obliga a someterse de nuevo a tratamientos que resultan ser dolorosamente infructuosos. Ante la conciencia de un fin que tal vez esté próximo, Zenobia comienza a intentar dejar solucionada y organizada la vida de su marido cuando ella no esté.
A principios de 1956 la Universidad de Maryland había solicitado el Premio Nobel para el poeta (desde España, obviamente, nadie iba a hacerlo, y el máximo galardón requiere de una serie de pasos burocráticos indispensables para su concesión). Cuando Zenobia es internada por el agravamiento de su enfermedad, ya circulan rumores de que finalmente el Nobel recaerá en el poeta onubense. Un periodista sueco que está en Puerto Rico, al ver la situación del matrimonio, solicita a la Academia Sueca el adelanto de la confirmación de la noticia.
Dicen que cuando se lo comunicaron a Juan Ramón él se limito a musitar amargamente: "ahora"... Y dicen también que cuando se lo dijeron a la ya agonizante Zenobia, la cara se le iluminó y aunque hacía días que ya no hablaba, empezó a tararear una canción. Que murió feliz por la concesión de ese Nobel a su marido. Un Nobel que, sin duda, era también suyo, porque era fruto en gran medida de su ayuda y su apoyo, material e inmaterial. De su trabajo incansable mecanografiando, repasando, organizando y escribiendo poemas al dictado. De su sustento económico y afectivo. De su labor y su presencia acompañando, cuidando y sosteniendo al poeta incluso en sus momentos màs bajos. De su renuncia a muchos proyectos, a muchos deseos, incluso a obras literarias propias (ella también escribía), tal vez a su propia vida, en favor de una Obra, la de su esposo, de cuya importancia ella era plenamente consciente. Ella fue la red incansable que lo sostuvo siempre al borde del abismo, la luz que lo envolvió y lo rescató de su propia oscuridad. Su luz en la sombra. "En esta empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho", había escrito ella una vez.
Fue el 25 de octubre cuando se anunció la concesión de ese Nobel. El 28, Zenobia murió.
Juan Ramón, que manifestó explícitamente querer irse cuanto antes con su esposa, no accedió a los requerimientos de su familia para que volviera a España ni acudió a recoger el Premio Nobel. Lo hizo en su nombre el rector de la Universidad de Puerto Rico, Jaime Benítez, que leyó unas emotivas palabras escritas por por el premiado:
"Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante cuarenta años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso."
Juan Ramón junto a la tumba de Zenobia |
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