El siglo XVIII y su literatura
Lectura en casa de Madame Geoffrin -Gabriel lemonnier |
El siglo XVIII es una época fundamental porque en él se sientan las bases que permiten el paso de la sociedad del Antiguo Régimen (con monarquías con poder absoluto, nobleza y clero -con sus valores y su ideología- como clases dominantes, sociedad dividida en estamentos privilegiados y no privilegiados entre los que no hay movilidad, economía rural y artesana) al mundo moderno occidental (sistemas democráticos, sociedad de clases en la que hay movilidad, economía industrial y capitalista..). Y esto será posible gracias a una serie de cambios sociales, económicos, ideológicos y culturales que se van fraguando durante toda la centuria y eclosionan al final con la Revolución Francesa.
Durante el siglo XVIII se produce en toda Europa el ascenso de la burguesía, que va imponiendo su mentalidad práctica y utilitarista dando lugar a un movimiento conocido como Ilustración, caracterizado por el racionalismo, la exaltación del conocimiento y el rechazo de todo dogma o saber heredado. Con ella se generaliza el espíritu crítico: todo el saber se somete a un doble filtro, la razón y la experiencia, dando lugar a muchos avances y transformaciones que culminarán en 1789 con la Revolución Francesa y sentando las bases para el mundo moderno. Además, se trata de un movimiento caracterizado por el materialismo, el utilitarismo y la fe en el progreso.
La obra que mejor refleja el espíritu de la Ilustración es la Enciclopedia, surgida en Francia entre 1751 y 1780 y dirigida por Diderot y D’Almembert, y que pretendía recopilar todo el saber humano basándose sólo en principios racionalistas. Otros pensadores y escritores ilustrados franceses serán Rousseau, Montesquieu y Voltaire, y esta nueva mentalidad escéptica y crítica llevará entre otras cosas a que se postule la separación entre la Iglesia y el Estado, o se llegue al deísmo.
Es por tanto una época de progreso, cambios y avances que suponen muchas mejoras en la medicina, la ciencia, la técnica y el bienestar de los hombres. A ello contribuye la generalización de una nueva forma de gobierno denominada Despotismo Ilustrado, cuyo lema (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”) recoge muy bien su espíritu: los reyes son depositarios de un poder absoluto que ejercen intentando favorecer las condiciones de vida de sus súbditos. Para ello, se rodean de eruditos y técnicos en distintos ámbitos que les asesoran.
En cuanto al arte, se produce un rechazo de la estética barroca y se generaliza el Neoclasicismo, caracterizado por recuperar los valores estéticos clásicos (sobriedad, armonía, claridad, sencillez, proporción) y el respeto a las normas y la técnica frente a la inspiración y la originalidad.
En España, que a finales del XVII vivía todavía sufriendo las consecuencias de la tremenda crisis del XVII, se produce un cambio de dinastía, la morir Carlos II sin descendencia, abriéndose una guerra por la sucesión que ganó Felipe de Anjou, de la casa francesa de los Borbones, que subirá al trono como Felipe V. Este rey intentó gobernar de acuerdo con el Despotismo Ilustrado, tomando medidas y promoviendo reformas que mejoraran las condiciones de vida y la educación de su pueblo, y sacaran al país de la decadencia del siglo anterior. Se vio sucedido en el trono y en este empeño por Fernando VI y, sobre todo, Carlos III, el gran monarca ilustrado. Fue un siglo de reformismo en que se promovieron muchas medidas generales y concretas (centralización de la administración, fortalecimiento del poder real frente a nobleza y clero, promoción de la industria y el comercio, introducción de avances médicos y técnicos, reforma de la educación y las actividades culturales…) que no siempre fueron bien acogidas por los poderes tradicionales o incluso el pueblo y acarrearon consecuencias negativas como el motín de Esquilache.
Así pues, la Ilustración encontró muchas dificultades en España, y los ilustrados fueron prácticamente una minoría que sufrió muchas reticencias e incluso rechazo por la gran masa popular, los viejos nobles o la iglesia. Aún así, fue muy importante su labor, por ejemplo, en la transformación de las ciudades, la reforma de costumbres y vida pública, o la creación de instituciones culturales como la Biblioteca Nacional, la Real Academia de la Lengua Española y la Real Academia de la Historia, o la fundación del Museo del Prado y el Jardín Botánico en Madrid.
En España, el desarrollo de una literatura propiamente ilustrada encontró muchas dificultades, por lo que fue algo minoritario y breve, vinculado sobre todo a una minoría intelectual muy influida por el pensamiento, la cultura y el arte franceses (cuna de la Ilustración), que tuvieron que luchar contra la pervivencia de las formas del Barroco (por ejemplo, en el teatro). Esta literatura recoge y refleja el espíritu de la Ilustración:
- Racionalismo, utilitarismo y didactismo: la literatura debe contribuir al conocimiento, al progreso, la educación, la difusión de las nuevas ideas . Se rechazan las formas meramente expresivas o demasiado imaginativas, todo lo que no sea útil, práctico o alejado de la moral. Predomina la literatura de ideas y el prosaísmo. Así, el género más cultivado será el ensayo (texto literario en el que el autor expone sus ideas sobre un determinado tema) o prosa de ideas.
- Neoclasicismo: la literatura se rige por los principios clásicos de sencillez, claridad, armonía, proporción y se concibe como algo que se puede aprender respetando las normas clásicas y rigiéndose por el “buen gusto”
Con todo, a finales del siglo se produce una reacción frente al Neoclasicismo con obras que exaltan el sentimentalismo, la imaginación y lo lúgubre, y muestran cierto rechazo a las reglas, anunciando ya las características del movimiento posterior, el Romanticismo, por lo que se denomina Prerromanticismo.
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